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miércoles, 23 de mayo de 2012

Capitulo 1


Capitulo 1

Atalanta despertó chillando, como cada día desde hacía casi dos años un sueño terrible la obligaba a despertarse entre gritos. Luego nunca recordaba el sueño, pero sabía que siempre era el mismo. Poco a poco se fue calmando, dos manos de piel leonada apartaron lo cabellos rizados de la cara redondeada, permitiendo ver dos enormes ojos verdes como la hierba joven que nace en primavera. Atalanta bostezó y su boca se abrió de par en par, la imagen recordaba a la de un león que se levanta dominante en su sabana. La amplia melena indomable le caía por los hombros y aumentaba aquella impresión.
Atalanta apartó la fina sabana que cubría su cuerpo y saltó de la cama, dos largas piernas bronceadas con caderas algo anchas. La chica corrió a abrir la ventana, el sol del verano la cegó unos segundos; el espectáculo que se cernía bajo su atenta mirada invitaba a la alegría y el desparpajo, características que en Atalanta eran bien reconocidas. El acantilado se extendía con sus piedras tenebrosas e imponentes, un poco más adelante se veía el mar, azul y brillante como el cristal más perfecto y delicado jamás creado. La suave brisa del verano formaba pequeñas ondulaciones en la superficie de este y la espuma se elevaba levemente, chispas suaves e inmaculadas que s formaba al chocar contra las piedras del acantilado. En el horizonte flotaban los barcos agitando sus velas de colores brillantes. Sin embargo la parte predilecta de Atalanta era un minúsculo puntito casi invisible que se divisaba por el Oeste y que brillaba de forma mágica con la luz de la mañana.
Aquel minúsculo puntito era una isla de proporciones más que aceptables. Solo desde su cuarto en el tercer piso podía verse, Atalanta lo había intentado en el resto de habitaciones, pero no estaban lo bastante altas o daban a otro lado, donde se veía el pueblo. Solo había otra sala desde la que podía verse la isla y era el despacho del abuelo, pero nadie podía entrar allí, ni siquiera la abuela. Era un lugar vedado a toda la familia.
Solo Atalanta había entrado en una ocasión y fue algo inaudito, al poco de comenzar las pesadillas. El abuelo llamó a Atalanta a su despacho cuando ella desayunaba después de haberse pasado toda la noche chillando en sueños. No la dejó curiosear apenas como a ella le gustaba. El abuelo estaba más apagado que nunca y su rostro estaba ensombrecido y lleno de ojeras como las de quien lleva vario días sin dormir absolutamente nada. Las paredes estaban forradas de fotografías y estantes llenos de libros y estantes llenos de libros. En el centro de la sala, sobre una alfombra persa estampada de flores, había un escritorio de caoba que parecía casi tan antiguo como el abuelo. Encima se apilaban todo tipo de papeles revueltos, libretas y demás.
Nada más entrar la obligó a sentarse un pequeño sillón rojo algo gastado pero muy cómodo y el abuelo se sentó con dificultad en otro frente a ella. Al principio ninguno dijo nada el abuelo se apoyaba en su bastón y la miraba fijamente. La mata de pelo blanca contrastaba mucho con su piel curtida por el sol y el trabajo en el campo. Aun deteriorado por la edad su cuerpo era de complexión fuerte. Los ojos eran los mismos que los de Atalanta, pero aquel día parecían tristes y cansados. A su lado, apoyado en el reposabrazos del sillón, estaba su bastón de madera negra. El abuelo había tenido un accidente que casi le había costado la vida, al final le había costado una cicatriz que le cruzaba toda la pierna y la dejaba inutilizable.
El abuelo tosió con énfasis y sacó a Atalanta de sus ensoñaciones.
-¿Cuánto hace que tienes esas pesadillas? -Su tono era duro y no daba lugar a desvíos de conversación o historietas.
-Unos tres meses
-¿Y qué ocurre en ellos?
-No lo sé –Atalanta bajó la vista –Nunca me acuerdo
-Piensa –Era una orden, no había lugar a reproches.
Atalanta había intentado recordar miles de veces pero nunca lo había conseguido. Al ver su expresión el abuelo se levantó y le coloco la mano en el hombro.
-Recuerda, concéntrate.
Atalanta hizo un  esfuerzo mayor y alunas imágenes vinieron a su mente. El abuelo era como un paño que iba borrando la suciedad de la tapa de un cuadro antiguo hasta que podía verse levemente la imagen de este.
-Dime ¿estás sola en esos sueños?
-No lo sé, alguien grita al final, pero no sé quién es. Quizás sea yo.
-¿Por qué gritas? –La voz era como hipnótica, iba hasta el interior de su mente e iba desenvolviendo con cuidado fragmentos de memoria.
-Algo o alguien se tira a por mí y siento un gran dolor, luego siempre despierto.
-¿Nada más? –El abuelo estaba preocupado, no había duda -¿Qué es lo que te ataca?
-Algo grande, dorado, no sé como una animal pero también podría ser una persona, de verdad que no lo sé –Atalanta se sentía estúpida, era un simple sueño que se repetía todas las noches, debería ser capaz de recordar –Nunca soy capaz de recordar, nada ningún detalle, hoy he hecho un gran progreso.
-Comprendo- El abuelo se echó para atrás y cerró los ojos –Y dime ¿Has escuchado voces o algo por el estilo? ¿Te han desaparecido cosas? ¿Algo extraño?
-¿Voces? Abuelito eso es de locos –Respondió Atalanta con encanto fingido.
-¡No me hagas el numerito de la nieta encantadora y el abuelo chocho! –El abuelo parecía más agitado de lo normal –Dime la verdad ¿Te ha ocurrido algo extraño últimamente?
Atalanta se preparó una respuesta, llevaba intentando disimularlo, las veces que se daba la vuelta porque sentía a alguien hablarle detrás suya, las cosas que desaparecían y volvían a apareces en lugares extraños, pellizcos o tirones de pelo cuando estar sola… Deseaba poder contárselo a alguien, pero no tenía tan claro que ese alguien fuese el abuelo. Al levantar la vista los ojos verde esmeralda la miraba expectantes con las anchas dejas elevadas inquisitorias.
-Si –Admitió finalmente –Me desaparecen algunas cosas y siento como si hubiese alguien junto a mí todo el tiempo.
-¿Y las voces? –Insistió
-También, ellas son las que me dicen donde están las cosas a veces
-No les hagas caso, escúchalas pero no les prestes demasiada atención –El abuelo suavizó su tono –No se lo cuentes a nadie más ¿Vale? Jamás, a nadie. Cuando llegue el momento de decirlo lo sabrás, pero hasta entonces nada.
-¿Qué son?
-Nada importante –Era obvio que mentía pero ninguno dijo nada –Bueno y dime ¿Qué tal va todo?
-Bien supongo
-Ya eres toda una mujercita. Creo que necesitas tu propia habitación.
Atalanta compartía habitación con su hermano pequeño Sky, durante casi todo el año vivían en un peso grande en Atenas junto a sus padres pero en vacaciones se iban al pueblo de los abuelos. En la pequeña casa del acantilado convivían los primos los abuelos y ellos, asique a pesar de que la casa era grande, algunos compartían habitación.
-Es posible –Admitió –De hecho creo que es una excelente idea –Se moría de ganas de tener su propio cuarto.
-Arreglaremos la habitación de aquí al lado ¿Te parece?
-Sera estupendo
Así terminó la visita, al salir todos preguntaba pero Atalanta supo ser discreta por una vez en su vida y no contar nada.
De aquella conversación hacía ya dos años, desde entonces había tenido un cuarto para ella sola. Al principio le encantó, pero después empezó a preguntarse si aquello no sería una forma de aislarla del resto de la casa en el último piso.
Atalanta cerró la ventana, en dos años las cosas habían cambiado mucho. Sus padres encontraron trabajo en España y los abuelos insistieron en que tanto ella como Sky se quedasen con ellos en el pueblo. Ese día su abuelo le regaló una magnifica cámara de fotos. La fotografía se convirtió en su pasión, todas las paredes de su habitación estaban empapeladas con fotos, pequeños fragmentos de pasado, de vidas, recuerdos.
Atalanta se sentó en la cama y comenzó a vestirse, se puso un biquini negro bajo la camiseta y uno vaqueros cortos. Lo que ella quería era una fotografía de su isla agrandada y en un marco que decorase la cabecera de su cama. Las tripas de la chica sonaron, dejó sus recuerdos a un lado y bajó las escaleras hasta la cocina. Era muy tarde, se preparó unas tostadas y un vaso de leche con miel.
Aquel silencio la abrumaba, la ausencia de la familia era evidente, los gritos de Sky, los llantos de la pequeña Ileana, los pies de los gemelos subiendo y bajando la escalera, los gritos de la abuela, el golpe seco que producía el bastón del abuelo al golpear el suelo… Pero esa mañana no había nadie, los pequeños debían haber salido a pescar con los abuelos a pescar. Estaba sola, completamente sola en la enorme casa y ese era un fenómeno poco normal en aquella época.
Se sentó en el porche, no se quería ir a pueblo con el grupo. Sofía, una joven bajita y engreída que siempre andaba pavoneándose, había empezado a salir con un chico bastante tontorrón que pasaba las vacaciones en el pueblo con sus tíos. Desde que empezaron habían estado presumiendo y tonteando delante de todos para demostrar lo muy unidos que estaban. Sofía había abordado varias veces a Atalanta preguntándole porque aun no estaba con ningún chico y asegurándole que su pareja era ideal. No soportaba que la atosigasen con aquello, mientras vivía en Atenas con sus padres, había tenido varias historias, pero al llegar al pueblo decidió esperar al chico indicado.
Terminó el desayuno y entró en la casa, la vieja televisión estaba encendida, alguien habría olvidado apagarla. Atalanta escuchó las noticias mientras lavaba los platos. La presentadora esquelética de la cadena comenzó a repetir la noticia que llevaba emitiéndose desde que empezó el verano.
-El joven hallado muerto en Atenas ha sido identificado como André Miritxis –La presentadora hizo una pausa mientras se atosigaba el pelo y prosiguió –Los médicos aseguran que no se trata de un accidente provocado por la explosión del alcantarillado en el barrio Zeus. El cadáver presentaba múltiples heridas profundas provocadas por un arma no identificada. –La mujer lanzó una mueca a la cámara que trataba de pasar por una sonrisa, pero era un claro ejemplo de la cara de asco, se consideraba superior a aquellas historias –Se especula que el muchacho fuese atacado en una pelea callejera ya que tenía antecedentes policiales por…
Atalanta apagó la televisión. ¡Tres semanas, tres semanas en identificar a un delincuente juvenil! Aquella noticia había aparecido en todos los periódicos, canales y revistas del mundo entero. Los testigos aseguraban haber visto al chico pasar la noche con la desaparecida Penélope Vargelis; la hija de un prestigioso diseñador de ropa.

1 comentario:

  1. Hola.. acabo de empezar a leer tu historia y me gusta mucho... seguire leyendo los demas capitulos mas adelante pero que sepas que te sigo..
    yo tambien escribo una historia de fantasia en mi blog http://lucesenlatormenta.blogspot.com.es/
    mi otro blog es http://mafialadamablanca.blogspot.com.es/ donde acabo de empezar a publicar un historia totalmente diferente a la anterios :)
    espero que te pases y ¡me comentes que te han parecido.. besos

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