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miércoles, 23 de mayo de 2012

Capitulo 4



Capitulo 4
Despertó agarrada a un tablón procedente del barco, por todas partes había restos de este flotando. Buscó con la mirada a lo que la había salvado, finalmente la vio.
A unos metros de ella había una joven sentada en un madero. La miraba fijamente con dos brillantes ojos de color negro. Iba desnuda, dos largos mechones de pelo ondulado le cubrían el pecho. No dijo nada al ver a Atalanta, seguía callada, mirándola con cara inexpresiva. Sin embargo algo llamó la atención de la joven; su salvadora carecía de piernas, a su vez tenía una gran cola de pez color naranja chillón.
-¿Me has salvado? –Preguntó temerosa
La mujer asintió sin mediar palabra.
-Gracias -Las dos se quedaron mirándose fijamente -¿Qué ha pasado?
-Llegué a tiempo para sacarte
-¿Tu les ahuyentaste?
-No, eso lo hiciste tu sola, yo solo evité que te ahogases –Al ver la cara de incredulidad de Atalanta exclamó -¡Aun no sabes lo que eres! –Se cayó de repente y volvió a su semblante inexpresivo –Bueno ya te lo explicaran cuándo llegues.
-¿Qué llegue? –Exclamó desesperada -¿A dónde? ¿Y que soy según tu?
-Eso no me acontece a mí decírtelo. Y no sé a dónde vas, ni idea de donde os llevan, no formamos parte de vuestro entorno.
-Pero… Entiéndeme, esto es extraño, tú eres una sirena…
-¿¡Me has llamado sirena!? –Parecía realmente molesta.
-¡Es lo que eres! ¿No? –Atalanta estaba perdida, la ropa helada se le pegaba al cuerpo. Aun no había podido salir del agua.
-¡No soy una sirena! ¿Cómo has podido confundirme con…? ¡Soy una Merrow, no una sirena! –Estaba completamente roja y parecía que casi estaba a punto de llorar.
-¿Merrow?- Atalanta nunca había oído ese nombre -¿Qué es eso…? –Entonces se calló al mirar a su salvadora -¿Cuál es la diferencia?
-Pues… la más notable es que una de ellas hubiese esperado a los Merrow te matasen para convertirte en su almuerzo, yo en cambio te he puesto a salvo –No parecía estar muy orgullosa de ello –Ellas pueden cantar, nosotras no y…
-¿Has dicho Merrow? -Chilló Atalanta -¿Los que me atacaron eran Merrows? Pero…
-Ellos eran machos y yo hembra. Provenimos de la mitología irlandesa, nosotras protegemos a los hombres, pero los Merrow coleccionan sus almas. No sabes la suerte que tenéis las humanas con los hombres…
-No sé yo… -Pero calló al ver la cara de ensueño de su compañera –Entonces vienen a recogerme… ¿Quién si puede saberse?
-No lo sé –Se encogió de hombros –Yo solo mandé la señal.
La Merrow volvió a callar y a trenzarse los cabellos. Atalanta se subió a un madero y observó el tobillo, no sangraba, pero le dolía excepcionalmente y el corte era más profundo de lo que se imaginaba.
Entonces levantó la cabeza y vio una gran figura que se acercaba por el aire.
-Ya vienen, prepárate. Buena suerte
-¡Espera!  Dime al menos como te llamas –La Merrow se giró y miró a Atalanta directamente a los ojos.
-No te conviene saberlo
-Pero me has salvado…
-Pues no me conviene que lo sepan –Y un segundo antes de zambullirse gritó –Selemnash, pero olvídalo pronto.
La muchacha se hundió en las profundidades del mar al tiempo que un enorme animal alado aterrizó sobre la superficie del agua. Tenía la cabeza  las alas de una imponente águila y el cuerpo y las patas de un elegante caballo.
No daba crédito a lo que veía. Aquel año había leído sobre mitología griega y aquello era un hipogrifo sin duda.
Atalanta fue dando pequeñas brazadas hasta colocarse a su lado. El animal estaba muy concentrado observando observado los peces que surcaban el agua de modo que ni la miró. Con decisión se agarró al cuello de la criatura que dio una sacudida al notar el tirón. Atalanta salió disparada y de nuevo el animal se colocó de espaldas a ella.
-Por favor –Suplicó, deseaba marcharse cuanto antes –Me tienes que sacar de aquí -Casi podía notar a los Merrow volviendo a por ella
El hipogrifo se hundió lentamente en el agua, de modo que su lome quedó a la altura de Atalanta, la había entendido. Con cuidado montó al animal y se deleitó acariciando las suaves plumas de seda que le coronaban el cuello.
Las alas del hipogrifo comenzaron a moverse, sus platas dejaron de tocar el agua elevándose lentamente por encima del mar. Al principio no paraba de ascender y Atalanta se agarraba con fuerza al cuello de su “transporte”, nunca había visto nada igual. Desde allí se veían las olas moverse y enormes bancos de peces avanzar relucientes por el mar.
A pesar de la belleza del paisaje el viaje se le hizo larguísimo. Pensó en sus padres en su hermano y sobretodo en su abuelo. Atalanta se preguntó si los volvería a ver.
Entre el plumaje del cuello encontró un collarín de cuero rojo del que prendía una chapita. En ella se podía leer:
“Kriki. Nacido el 18-6-08. Vacunado”
Durante todo el trayecto Kriki no paró de hacer volteretas, caídas en picado y loopings en el aire, además de alguna que otra zambullida que lograron que Atalanta olvidase el hambre y la sed que comenzaban a acosarla.
Alzó la cabeza. El sol empezaba a alzarse por encima del mar. Los rayos comenzaban anaranjados y se aclaraban en amarillo hasta el blanco que después pasó a rosa, todo separado por una fina línea malva que separaba el espectáculo de color del cielo nocturno oscuro. Nunca había echado tanto de menos su cámara.
Apretó los talones contra el costado de Kriki que aumentó la velocidad. Por fin se lanzaba a la aventura que siempre había soñado. Dejaba atrás a todos sus conocidos, su casa, su vida… Era libre, sobrevolaba el cielo siendo completamente libre.
Alzó los brazos y gritó, gritó para desahogarse, olvidar que dejaba su casa, que la habían atacado, que los cuentos de hada se hacían reales., que volaba a un lugar desconocido y que jamás volvería a vivir como antes.
Pero no solo gritó por eso, gritó porque notaba el cambio y como algo en su interior se removía y ella gritaba para liberarlo.
Rugió
Rugió no como una humana, sino como una autentica leona.
Al principio la asustó el sonido, pero sentía como se liberaba aquella tensión, le gustaba.
Por fin llegó a su destino. A lo lejos se veía una gran extensión de tierra. A la media hora Kriki comenzó a descender, al principio se extendía una playa rocosa, pero más adelante solo había bosque y más bosque de altísimos árboles. En el centro había doce copas de árbol que sobresalían por encima de los demás. Al fondo una enorme montaña con una cumbre nevada.
El hipogrifo se posó suavemente en un claro. Atalanta saltó de su lomo y cayó al suelo cuando su tobillo le falló. Kriki no cesaba de saltar y juguetear, pero ella no estaba tan tranquila. La soledad del lugar no le gustaba. Dio una pequeña vuelta para inspeccionar la zona y cuándo se giró para mirar a Kriki vio a una elegante mujer vestida con una túnica blanca que acariciándole las plumas del cuello.

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