Capitulo 1
Atalanta despertó
chillando, como cada día desde hacía casi dos años un sueño terrible la
obligaba a despertarse entre gritos. Luego nunca recordaba el sueño, pero sabía
que siempre era el mismo. Poco a poco se fue calmando, dos manos de piel
leonada apartaron lo cabellos rizados de la cara redondeada, permitiendo ver
dos enormes ojos verdes como la hierba joven que nace en primavera. Atalanta
bostezó y su boca se abrió de par en par, la imagen recordaba a la de un león
que se levanta dominante en su sabana. La amplia melena indomable le caía por
los hombros y aumentaba aquella impresión.
Atalanta
apartó la fina sabana que cubría su cuerpo y saltó de la cama, dos largas
piernas bronceadas con caderas algo anchas. La chica corrió a abrir la ventana,
el sol del verano la cegó unos segundos; el espectáculo que se cernía bajo su
atenta mirada invitaba a la alegría y el desparpajo, características que en
Atalanta eran bien reconocidas. El acantilado se extendía con sus piedras
tenebrosas e imponentes, un poco más adelante se veía el mar, azul y brillante
como el cristal más perfecto y delicado jamás creado. La suave brisa del verano
formaba pequeñas ondulaciones en la superficie de este y la espuma se elevaba
levemente, chispas suaves e inmaculadas que s formaba al chocar contra las
piedras del acantilado. En el horizonte flotaban los barcos agitando sus velas
de colores brillantes. Sin embargo la parte predilecta de Atalanta era un
minúsculo puntito casi invisible que se divisaba por el Oeste y que brillaba de
forma mágica con la luz de la mañana.
Aquel
minúsculo puntito era una isla de proporciones más que aceptables. Solo desde
su cuarto en el tercer piso podía verse, Atalanta lo había intentado en el
resto de habitaciones, pero no estaban lo bastante altas o daban a otro lado,
donde se veía el pueblo. Solo había otra sala desde la que podía verse la isla
y era el despacho del abuelo, pero nadie podía entrar allí, ni siquiera la
abuela. Era un lugar vedado a toda la familia.
Solo
Atalanta había entrado en una ocasión y fue algo inaudito, al poco de comenzar
las pesadillas. El abuelo llamó a Atalanta a su despacho cuando ella desayunaba
después de haberse pasado toda la noche chillando en sueños. No la dejó
curiosear apenas como a ella le gustaba. El abuelo estaba más apagado que nunca
y su rostro estaba ensombrecido y lleno de ojeras como las de quien lleva vario
días sin dormir absolutamente nada. Las paredes estaban forradas de fotografías
y estantes llenos de libros y estantes llenos de libros. En el centro de la
sala, sobre una alfombra persa estampada de flores, había un escritorio de
caoba que parecía casi tan antiguo como el abuelo. Encima se apilaban todo tipo
de papeles revueltos, libretas y demás.
Nada más
entrar la obligó a sentarse un pequeño sillón rojo algo gastado pero muy cómodo
y el abuelo se sentó con dificultad en otro frente a ella. Al principio ninguno
dijo nada el abuelo se apoyaba en su bastón y la miraba fijamente. La mata de
pelo blanca contrastaba mucho con su piel curtida por el sol y el trabajo en el
campo. Aun deteriorado por la edad su cuerpo era de complexión fuerte. Los ojos
eran los mismos que los de Atalanta, pero aquel día parecían tristes y
cansados. A su lado, apoyado en el reposabrazos del sillón, estaba su bastón de
madera negra. El abuelo había tenido un accidente que casi le había costado la
vida, al final le había costado una cicatriz que le cruzaba toda la pierna y la
dejaba inutilizable.
El abuelo
tosió con énfasis y sacó a Atalanta de sus ensoñaciones.
-¿Cuánto
hace que tienes esas pesadillas? -Su tono era duro y no daba lugar a desvíos de
conversación o historietas.
-Unos tres
meses
-¿Y qué
ocurre en ellos?
-No lo sé
–Atalanta bajó la vista –Nunca me acuerdo
-Piensa –Era
una orden, no había lugar a reproches.
Atalanta
había intentado recordar miles de veces pero nunca lo había conseguido. Al ver
su expresión el abuelo se levantó y le coloco la mano en el hombro.
-Recuerda,
concéntrate.
Atalanta
hizo un esfuerzo mayor y alunas imágenes
vinieron a su mente. El abuelo era como un paño que iba borrando la suciedad de
la tapa de un cuadro antiguo hasta que podía verse levemente la imagen de este.
-Dime ¿estás
sola en esos sueños?
-No lo sé,
alguien grita al final, pero no sé quién es. Quizás sea yo.
-¿Por qué
gritas? –La voz era como hipnótica, iba hasta el interior de su mente e iba
desenvolviendo con cuidado fragmentos de memoria.
-Algo o
alguien se tira a por mí y siento un gran dolor, luego siempre despierto.
-¿Nada más?
–El abuelo estaba preocupado, no había duda -¿Qué es lo que te ataca?
-Algo
grande, dorado, no sé como una animal pero también podría ser una persona, de
verdad que no lo sé –Atalanta se sentía estúpida, era un simple sueño que se
repetía todas las noches, debería ser capaz de recordar –Nunca soy capaz de
recordar, nada ningún detalle, hoy he hecho un gran progreso.
-Comprendo-
El abuelo se echó para atrás y cerró los ojos –Y dime ¿Has escuchado voces o
algo por el estilo? ¿Te han desaparecido cosas? ¿Algo extraño?
-¿Voces?
Abuelito eso es de locos –Respondió Atalanta con encanto fingido.
-¡No me
hagas el numerito de la nieta encantadora y el abuelo chocho! –El abuelo
parecía más agitado de lo normal –Dime la verdad ¿Te ha ocurrido algo extraño
últimamente?
Atalanta se
preparó una respuesta, llevaba intentando disimularlo, las veces que se daba la
vuelta porque sentía a alguien hablarle detrás suya, las cosas que desaparecían
y volvían a apareces en lugares extraños, pellizcos o tirones de pelo cuando
estar sola… Deseaba poder contárselo a alguien, pero no tenía tan claro que ese
alguien fuese el abuelo. Al levantar la vista los ojos verde esmeralda la
miraba expectantes con las anchas dejas elevadas inquisitorias.
-Si –Admitió
finalmente –Me desaparecen algunas cosas y siento como si hubiese alguien junto
a mí todo el tiempo.
-¿Y las
voces? –Insistió
-También,
ellas son las que me dicen donde están las cosas a veces
-No les
hagas caso, escúchalas pero no les prestes demasiada atención –El abuelo
suavizó su tono –No se lo cuentes a nadie más ¿Vale? Jamás, a nadie. Cuando
llegue el momento de decirlo lo sabrás, pero hasta entonces nada.
-¿Qué son?
-Nada
importante –Era obvio que mentía pero ninguno dijo nada –Bueno y dime ¿Qué tal
va todo?
-Bien
supongo
-Ya eres
toda una mujercita. Creo que necesitas tu propia habitación.
Atalanta
compartía habitación con su hermano pequeño Sky, durante casi todo el año
vivían en un peso grande en Atenas junto a sus padres pero en vacaciones se
iban al pueblo de los abuelos. En la pequeña casa del acantilado convivían los
primos los abuelos y ellos, asique a pesar de que la casa era grande, algunos
compartían habitación.
-Es posible
–Admitió –De hecho creo que es una excelente idea –Se moría de ganas de tener
su propio cuarto.
-Arreglaremos
la habitación de aquí al lado ¿Te parece?
-Sera
estupendo
Así terminó
la visita, al salir todos preguntaba pero Atalanta supo ser discreta por una
vez en su vida y no contar nada.
De aquella
conversación hacía ya dos años, desde entonces había tenido un cuarto para ella
sola. Al principio le encantó, pero después empezó a preguntarse si aquello no
sería una forma de aislarla del resto de la casa en el último piso.
Atalanta
cerró la ventana, en dos años las cosas habían cambiado mucho. Sus padres
encontraron trabajo en España y los abuelos insistieron en que tanto ella como
Sky se quedasen con ellos en el pueblo. Ese día su abuelo le regaló una
magnifica cámara de fotos. La fotografía se convirtió en su pasión, todas las paredes
de su habitación estaban empapeladas con fotos, pequeños fragmentos de pasado,
de vidas, recuerdos.
Atalanta se
sentó en la cama y comenzó a vestirse, se puso un biquini negro bajo la
camiseta y uno vaqueros cortos. Lo que ella quería era una fotografía de su
isla agrandada y en un marco que decorase la cabecera de su cama. Las tripas de
la chica sonaron, dejó sus recuerdos a un lado y bajó las escaleras hasta la
cocina. Era muy tarde, se preparó unas tostadas y un vaso de leche con miel.
Aquel silencio
la abrumaba, la ausencia de la familia era evidente, los gritos de Sky, los
llantos de la pequeña Ileana, los pies de los gemelos subiendo y bajando la
escalera, los gritos de la abuela, el golpe seco que producía el bastón del
abuelo al golpear el suelo… Pero esa mañana no había nadie, los pequeños debían
haber salido a pescar con los abuelos a pescar. Estaba sola, completamente sola
en la enorme casa y ese era un fenómeno poco normal en aquella época.
Se sentó en
el porche, no se quería ir a pueblo con el grupo. Sofía, una joven bajita y
engreída que siempre andaba pavoneándose, había empezado a salir con un chico
bastante tontorrón que pasaba las vacaciones en el pueblo con sus tíos. Desde
que empezaron habían estado presumiendo y tonteando delante de todos para
demostrar lo muy unidos que estaban. Sofía había abordado varias veces a
Atalanta preguntándole porque aun no estaba con ningún chico y asegurándole que
su pareja era ideal. No soportaba que la atosigasen con aquello, mientras vivía
en Atenas con sus padres, había tenido varias historias, pero al llegar al
pueblo decidió esperar al chico indicado.
Terminó el
desayuno y entró en la casa, la vieja televisión estaba encendida, alguien
habría olvidado apagarla. Atalanta escuchó las noticias mientras lavaba los
platos. La presentadora esquelética de la cadena comenzó a repetir la noticia
que llevaba emitiéndose desde que empezó el verano.
-El joven
hallado muerto en Atenas ha sido identificado como André Miritxis –La
presentadora hizo una pausa mientras se atosigaba el pelo y prosiguió –Los
médicos aseguran que no se trata de un accidente provocado por la explosión del
alcantarillado en el barrio Zeus. El cadáver presentaba múltiples heridas
profundas provocadas por un arma no identificada. –La mujer lanzó una mueca a
la cámara que trataba de pasar por una sonrisa, pero era un claro ejemplo de la
cara de asco, se consideraba superior a aquellas historias –Se especula que el
muchacho fuese atacado en una pelea callejera ya que tenía antecedentes policiales
por…
Atalanta
apagó la televisión. ¡Tres semanas, tres semanas en identificar a un
delincuente juvenil! Aquella noticia había aparecido en todos los periódicos,
canales y revistas del mundo entero. Los testigos aseguraban haber visto al
chico pasar la noche con la desaparecida Penélope Vargelis; la hija de un
prestigioso diseñador de ropa.
Hola.. acabo de empezar a leer tu historia y me gusta mucho... seguire leyendo los demas capitulos mas adelante pero que sepas que te sigo..
ResponderEliminaryo tambien escribo una historia de fantasia en mi blog http://lucesenlatormenta.blogspot.com.es/
mi otro blog es http://mafialadamablanca.blogspot.com.es/ donde acabo de empezar a publicar un historia totalmente diferente a la anterios :)
espero que te pases y ¡me comentes que te han parecido.. besos