Prologo
Penélope
corría por la callejuela a toda velocidad. El vestido de noche estaba
completamente destrozado y había perdido los tacones. A lo lejos escuchaba los
gritos de las arpías que les seguían de lejos.
André corría
a su lado, el muchacho sangraba de un brazo. Miró a su amada, no tardarían nada
en cogerles. Todo lo había hecho por lograr su felicidad, pero ahora corrían
por salvar sus vidas. Por encima de sus cabezas se oyó un grito de rabia y un
enorme cuerpo se lanzó sobre ella.
La chica cayó
al suelo mientras sentía las garras de la arpía enredándose en sus rubios
cabellos repeinados para la ocasión. Rodó para librarse de su atacante y la
inmovilizó en el suelo. El monstruo chillaba y se retorcía entre sus manos. A
lo lejos ya se oían a sus compañeras
André no lo
dudó un momento y comprimió el cuello de la mujer pájaro mientras Penélope la
sujetaba. Aun en aquellas condiciones, Penélope se le antojaba la chica más
hermosa del mundo.
Una vez la
criatura dejó de debatirse bajo sus manos. Penélope se levantó y echó a correr
seguida por él. Las arpías se lanzaban contra ellos y a duras penas podían
esquivarlas. En un momento de lucidez André exploto la red de alcantarillado,
se concentro en sus tuberías y el agua se alzó potente e incontrolable. El agua
empujó las tapas que protegían las cloacas. Varios de los discos des dieron a
sus perseguidoras que caían al suelo en un mar de plumas negras. Algunas
tuberías reventaron y empezó a salir agua por todas partes. Penélope comenzó a
lanzares bolas y tentáculos de agua a sus terribles perseguidoras mientras él seguía
moviendo las chapas y golpeando a las criaturas, pero comenzaron a venir más.
Por detrás
observó a André, todo su cuerpo estaba en tensión mientras peleaba. La camisa
se le había desgarrado y la piel morena de este contrastaba con sus ojos de un
extraño color marrón rojizo. El pelo de Penélope se agitaba se le metía en los delicados ojos azules,
cada vez le costaba más seguir.
El muchacho comprendió
que la pelea estaba perdida No lograrían llegar a tiempo a la playa. Las fuerzas se les acababan. No
tardarían en cometer algún error fatal que les costase la vida.
-¡Vete! –Las
palabras le salieron de la boca automáticamente -¡Vete Pen, huye!
La chica no
parecía oírle con el estruendo. Se acerco más hasta que su espalda estaba
pegada a la de ella.
Hacía unas
horas ellos eran las personas más felices del mundo. Penélope había salido
ganadora de un concurso de belleza, durante el resto del verano ella sería la
princesa de Atenas y él su príncipe entonces comenzó el ataque. Ahora André era
consciente de que solo asistirían juntos a aquel acto, su acto final.
-Vete
-Ya te oí la
primera vez –Penélope no le miró –No me voy sin ti, no quiero, somos uno.
-No vamos a
aguantar más –André se sentía desfallecer –uno de los dos tiene que irse
-No seré yo
–Penélope estaba decidida –Sin ti no me muevo, yo…
-Penélope…
-La interrumpió -¿Me quieres? –Bajó la voz aquello lo cambiaba todo.
-¡Claro que
te quiero! –Penélope se sentía dolida -¿Cómo puedes dudarlo? Te quiero
muchísimo –Las palabras no le salían.
-Vete
entonces –André no necesitaba saber más –Puedo aguantar unos minutos, para
entonces quiero que estés lejos
-André…
-Penélope sentía que sus ojos se inundaban por las lágrimas -¿Me quieres tu?
–Ambos jóvenes se miraron al tiempo que el agua lo inundaba todo.
-Más que mi
propia vida –André la tomó e sus brazos y le besó los labios por última vez, un
beso que les supo a amor y lagrimas. El último beso.
Penélope
salió corriendo sin mirar atrás, sabía que si lo hacía no podría seguir sin él.
Corrió y corrió, si llegaba a tiempo a la playa aún podría salvarle. Como si le
hubiese leído el pensamiento el mar apareció ante sus ojos azul y extenso como
una promesa divina. Avanzó más, ya no sentía. Sus pies tocaron el agua pura y
fresca, salada y única. Lanzó la señal, en unos minutos les salvarían. Entonces
un gran dolor le oprimió el pecho, algo dentro de ella se partió. La cabeza
quería estallarle, cada célula de su cuerpo se convulsiono y la boca comenzó a
saberle a sangre. Penélope cayó al suelo y gritó, un grito que oyeron todas las
criaturas del mar. La arena sucumbió a sus pies y las olas se elevaron
amenazadoras y a la vez mansas por encima de su cabeza. Nunca volvería a verle,
nunca volvería a ver a André.
Su mente no
pudo aguantar más y su cuerpo cayó en el mismo momento en que una barca llegaba
a la playa. Dos figuras alzaron el cuerpo de la chica mientras a lo lejos ya se
oían los gritos victoriosos y amenazadores de los demonios.
Penélope
gemía de dolor, ya nada le importaba, el no volvería.
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