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miércoles, 23 de mayo de 2012

Capitulo 5


Capitulo 5
-¿Quién es usted? –Gritó atalanta, pero el terror hizo que su voz pareciese un murmullo -¿De dónde sale?
La mujer se giró y la miró con unos enormes ojos grises. Se recogía el pelo castaño en un elegante moño y vestía una túnica blanca como las antiguas griegas. Del brazo e colgaba un enorme escudo apretaba contra su pecho un hermoso casco de guerra dorado. Aquellos ojos, mostraban una gran sabiduría.
Al ver a Atalanta se sonrió y se giró hacia ella.
-Vengo a recoger a la recién llegada –Respondió con una voz fuerte, inteligente y muy seria -¿cuál es tu nombre?
-Atalanta Virgis
-Bien Atalanta ¿Cuándo cumples los años?
-El 22 de agosto. La mujer la miró con un mayor interés
-Interesantes los nacidos en el 22. Vuestro signo no está determinado del todo por los astros ¿Cuál te suele representar?
-Bueno, según el periódico, el leo va más con mi forma de ser.
-Perfecto, habrá que investigarlo. Dime ¿Qué sabes?
-Que tenéis seres mágicos, que intervinisteis de algún modo en el ataque de hoy y que sabéis el porqué de todo lo extraño que me ha sucedido.
-Vaya –Parecía incluso divertida –Eres muy observadora
-¿Quién es usted? Atalanta se sentía muy molesta, ella ya había dicho lo que sabía, le tocaba a la mujer
-Me entristece que no lo sepas –Parecía sincera al decirlo –Soy Atenea
-¿Cómo? –Atenea, ¿Le tomaba el pelo? –La… ¿La diosa griega? – No podía ser era una broma
-La misma, Atenea, diosa griega de la inteligencia, el debate y la guerra en momentos determinados.
-¡Eso es imposible!
-¡Modera tu forma de hablar! Sé quién eres, lo que necesitas, puede protegerte.
-¿Qué sabes?
-Que últimamente has visto cosas, oído voces, te desaparecen objetos, no puedes controlarte, no te puedes controlar, que necesitas respuestas.
Atalanta estaba impresionada, no quería que se le notase, pero lo estaba.
-Yo puedo darte las respuestas –La mujer hizo una pausa.
“Todo comenzó siglos atrás. La religión griega comenzó a olvidarse. Somos dioses, nuestro poder reside en los humanos. Si no creéis, morimos. Si se lo preguntas a cualquier otro dios lo negará, por orgullo, pero es así”
“Cuándo los dioses comenzaron a caer enfermos a caer enfermos, empezaron temer a muerte por primera vez. Es cierto que habíamos tenido batallas, pero nunca nos había ocurrido esto. Caíamos enfermos y perdíamos nuestras fuerzas. Al final la mortalidad desaparecía y los años que teníamos caían sobre nosotros hasta hacernos polvo. Esto solo les ocurrió a más débiles, algunos dioses menores y eso. El resto no sabíamos que hacer, incluso pedimos ayuda a criaturas mágicas, humanos, cosas que para nosotros eran degradantes, pero nada funcionó. Pero un día descubrí que el gran Quirón, sabía la manera de resucitarnos y que la había escrito en un libro escondido en la biblioteca de Alejandría. Acordamos formar a un grupo de jóvenes que guardasen en su interior la esencia divina. Creamos los signos de zodíaco, un conjunto de relatos entrelazados que contaba toda nuestra historia y los sellamos con un símbolo para cada uno. Los chicos y chicas obtuvieron poderes maravillosos como agradecimiento por su dura labor”
“Los seres mágicos también tenían este problema. Muchos se unieron a nosotros, a vosotros. Pero los más avaros y peligrosos tomaron la idea y formaron otro núcleo donde guardar su esencia. Deseaban escapar a nuestro control y destruirnos para gobernar la tierra según su parecer. Para eso comenzaron a asesinar los representantes. Si os destruyen a todos, nuestra esencia desaparecerá moriremos como humanos corrientes. Cada vez que uno de vosotros es asesinado la esencia busca un nuevo representante, no tarda en lograrlo más de unos meses, pero durante ese tiempo nosotros somos mucho más débiles. Como me sentía responsable de vosotros construí este refugio done esconder a nuestro representantes.
-Asique tengo tu esencia divina –Atalanta estaba mareada
-La de todos los dioses griegos y algunas criaturas –Atenea hizo una pausa, no quería agobiarla. Al cabo de un rato prosiguió –Ahora tienes el poder de leo. Cuándo estés preparada podrás controlar el fuego, tocarlo sin quemarte y transformarte en león. Cuando estés bien entrenada tu piel se regenerara sola tras una herida.
-Madre mía –Gimoteó Atalanta, aquella mujer lo decía como si fuese lo más normal -¿Tomar la forma de un león?
-¿Qué te parece tan raro? Hace unos minutos venias rugiendo como una autentica leona. Ahí la había pillado, pero no se detuvo en pensar aquello. Porque si los dioses griegos existían…
-¿Sois vosotros la autentica religión?
-No hay una autentica religión. Seguro que te has fijado en que tanto la griega, como la romana, como la egipcia, y demás, tenían un dios de la guerra, el amor, la cosecha, etc.
-¿Y las monoteístas?
-é, si te paras a pensarlo te darás cuenta de que siempre van acompañados de ángeles, demonios, genios, etc. Al final todos somos uno solo, y sufrimos cuándo lo hace otro -El entusiasmo de Atenea se apagó de golpe –Pero pocos se dan cuenta. Nuestras relaciones… No son muy buenas.
-Ya, se refleja en los humanos ¿No?
Atenea no contestó, sus ojos se ensombrecieron. Asintió despacio, aquel parecía ser un tema delicado.
Kriki pataleó con fuerza. Aquella charla le aburría. Atenea le dio un golpe en el lomo y el hipogrifo salió volando. Sin mediar palabra la diosa le indicó que la siguiese. Las dos avanzaron por el bosque. Atalanta la siguió bien al principio, pero la herida del tobillo la molestaba.
Estas herida –Musitó Atenea –Acércate.
Atalanta así lo hizo y Atenea colocó la mano sobre la piel herida. Una extraña calidez le inundó toda la pierna, después todo el cuerpo y el pulso de la zona herida se aceleró. Un leve picor le azotó el tobillo y cuándo Atenea retiró la mano, no quedaba el menor rastro de la herida.
-Así está bien –Sentenció –helena me ha contestado, ella se encargará de llevarte a tu casa, yo tengo que encargarme de otros asuntos. Ahí viene.
Una chica alta y muy delgada, con los ojos marrones y juguetones y una larga melena rubia recogida en una coleta se materializó delante de ellas. Vestía una camiseta de tirantes rosa y unos pantalones cortos de gimnasia azul marino. Miró a Atalanta con curiosidad y después se giró hacia Atenea con gesto serio.
Atenea ordenó a la chica llevar a Atalanta a un lugar seguro y después se despidió de ellas con un gesto elegante.
-Eres nueva ¿No? –Le preguntó una vez se hubieron alejado de Atenea
-Pues sí, creo que sí.
-Uy, genial –Exclamó con un entusiasmo que casi daba miedo – Tengo muchas cosas que contar. En fin, que tú tienes que aprender. En todo caso, bienvenida –Y dicho esto se echó a reír, una risa chillona e infantil –Para la cena te vengo a buscar ¿Si?

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