Capitulo 5
-¿Quién es
usted? –Gritó atalanta, pero el terror hizo que su voz pareciese un murmullo
-¿De dónde sale?
La mujer se
giró y la miró con unos enormes ojos grises. Se recogía el pelo castaño en un
elegante moño y vestía una túnica blanca como las antiguas griegas. Del brazo e
colgaba un enorme escudo apretaba contra su pecho un hermoso casco de guerra
dorado. Aquellos ojos, mostraban una gran sabiduría.
Al ver a
Atalanta se sonrió y se giró hacia ella.
-Vengo a
recoger a la recién llegada –Respondió con una voz fuerte, inteligente y muy seria
-¿cuál es tu nombre?
-Atalanta
Virgis
-Bien
Atalanta ¿Cuándo cumples los años?
-El 22 de
agosto. La mujer la miró con un mayor interés
-Interesantes
los nacidos en el 22. Vuestro signo no está determinado del todo por los astros
¿Cuál te suele representar?
-Bueno,
según el periódico, el leo va más con mi forma de ser.
-Perfecto,
habrá que investigarlo. Dime ¿Qué sabes?
-Que tenéis
seres mágicos, que intervinisteis de algún modo en el ataque de hoy y que
sabéis el porqué de todo lo extraño que me ha sucedido.
-Vaya
–Parecía incluso divertida –Eres muy observadora
-¿Quién es
usted? Atalanta se sentía muy molesta, ella ya había dicho lo que sabía, le
tocaba a la mujer
-Me
entristece que no lo sepas –Parecía sincera al decirlo –Soy Atenea
-¿Cómo? –Atenea,
¿Le tomaba el pelo? –La… ¿La diosa griega? – No podía ser era una broma
-La misma,
Atenea, diosa griega de la inteligencia, el debate y la guerra en momentos
determinados.
-¡Eso es
imposible!
-¡Modera tu
forma de hablar! Sé quién eres, lo que necesitas, puede protegerte.
-¿Qué sabes?
-Que
últimamente has visto cosas, oído voces, te desaparecen objetos, no puedes
controlarte, no te puedes controlar, que necesitas respuestas.
Atalanta
estaba impresionada, no quería que se le notase, pero lo estaba.
-Yo puedo
darte las respuestas –La mujer hizo una pausa.
“Todo
comenzó siglos atrás. La religión griega comenzó a olvidarse. Somos dioses,
nuestro poder reside en los humanos. Si no creéis, morimos. Si se lo preguntas
a cualquier otro dios lo negará, por orgullo, pero es así”
“Cuándo los
dioses comenzaron a caer enfermos a caer enfermos, empezaron temer a muerte por
primera vez. Es cierto que habíamos tenido batallas, pero nunca nos había
ocurrido esto. Caíamos enfermos y perdíamos nuestras fuerzas. Al final la
mortalidad desaparecía y los años que teníamos caían sobre nosotros hasta
hacernos polvo. Esto solo les ocurrió a más débiles, algunos dioses menores y
eso. El resto no sabíamos que hacer, incluso pedimos ayuda a criaturas mágicas,
humanos, cosas que para nosotros eran degradantes, pero nada funcionó. Pero un
día descubrí que el gran Quirón, sabía la manera de resucitarnos y que la había
escrito en un libro escondido en la biblioteca de Alejandría. Acordamos formar
a un grupo de jóvenes que guardasen en su interior la esencia divina. Creamos
los signos de zodíaco, un conjunto de relatos entrelazados que contaba toda
nuestra historia y los sellamos con un símbolo para cada uno. Los chicos y
chicas obtuvieron poderes maravillosos como agradecimiento por su dura labor”
“Los seres
mágicos también tenían este problema. Muchos se unieron a nosotros, a vosotros.
Pero los más avaros y peligrosos tomaron la idea y formaron otro núcleo donde
guardar su esencia. Deseaban escapar a nuestro control y destruirnos para
gobernar la tierra según su parecer. Para eso comenzaron a asesinar los
representantes. Si os destruyen a todos, nuestra esencia desaparecerá moriremos
como humanos corrientes. Cada vez que uno de vosotros es asesinado la esencia
busca un nuevo representante, no tarda en lograrlo más de unos meses, pero
durante ese tiempo nosotros somos mucho más débiles. Como me sentía responsable
de vosotros construí este refugio done esconder a nuestro representantes.
-Asique
tengo tu esencia divina –Atalanta estaba mareada
-La de todos
los dioses griegos y algunas criaturas –Atenea hizo una pausa, no quería
agobiarla. Al cabo de un rato prosiguió –Ahora tienes el poder de leo. Cuándo
estés preparada podrás controlar el fuego, tocarlo sin quemarte y transformarte
en león. Cuando estés bien entrenada tu piel se regenerara sola tras una
herida.
-Madre mía
–Gimoteó Atalanta, aquella mujer lo decía como si fuese lo más normal -¿Tomar
la forma de un león?
-¿Qué te
parece tan raro? Hace unos minutos venias rugiendo como una autentica leona. Ahí
la había pillado, pero no se detuvo en pensar aquello. Porque si los dioses
griegos existían…
-¿Sois
vosotros la autentica religión?
-No hay una
autentica religión. Seguro que te has fijado en que tanto la griega, como la
romana, como la egipcia, y demás, tenían un dios de la guerra, el amor, la
cosecha, etc.
-¿Y las
monoteístas?
-é, si te
paras a pensarlo te darás cuenta de que siempre van acompañados de ángeles,
demonios, genios, etc. Al final todos somos uno solo, y sufrimos cuándo lo hace
otro -El entusiasmo de Atenea se apagó de golpe –Pero pocos se dan cuenta. Nuestras
relaciones… No son muy buenas.
-Ya, se
refleja en los humanos ¿No?
Atenea no
contestó, sus ojos se ensombrecieron. Asintió despacio, aquel parecía ser un
tema delicado.
Kriki
pataleó con fuerza. Aquella charla le aburría. Atenea le dio un golpe en el
lomo y el hipogrifo salió volando. Sin mediar palabra la diosa le indicó que la
siguiese. Las dos avanzaron por el bosque. Atalanta la siguió bien al
principio, pero la herida del tobillo la molestaba.
Estas herida
–Musitó Atenea –Acércate.
Atalanta así
lo hizo y Atenea colocó la mano sobre la piel herida. Una extraña calidez le
inundó toda la pierna, después todo el cuerpo y el pulso de la zona herida se
aceleró. Un leve picor le azotó el tobillo y cuándo Atenea retiró la mano, no
quedaba el menor rastro de la herida.
-Así está
bien –Sentenció –helena me ha contestado, ella se encargará de llevarte a tu
casa, yo tengo que encargarme de otros asuntos. Ahí viene.
Una chica
alta y muy delgada, con los ojos marrones y juguetones y una larga melena rubia
recogida en una coleta se materializó delante de ellas. Vestía una camiseta de
tirantes rosa y unos pantalones cortos de gimnasia azul marino. Miró a Atalanta
con curiosidad y después se giró hacia Atenea con gesto serio.
Atenea ordenó
a la chica llevar a Atalanta a un lugar seguro y después se despidió de ellas
con un gesto elegante.
-Eres nueva
¿No? –Le preguntó una vez se hubieron alejado de Atenea
-Pues sí,
creo que sí.
-Uy, genial
–Exclamó con un entusiasmo que casi daba miedo – Tengo muchas cosas que contar.
En fin, que tú tienes que aprender. En todo caso, bienvenida –Y dicho esto se
echó a reír, una risa chillona e infantil –Para la cena te vengo a buscar ¿Si?
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