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miércoles, 23 de mayo de 2012

Capitulo 3


Capitulo 3
Atalanta pasó el día en la isla. Nada más llegar se quitó la ropa, se tiró al agua y nadó, sencillamente nadó. El agua sala se filtraba entre sus dedos por cada brazada. La sensación de que avanzaba a toda velocidad envolvía su cuerpo. A medio día, el hambre la invadió y entonces salió del cálido Mediterráneo.
Entró en la casa y buscó un par de melocotones en el huerto, después se sentó en una de las hamacas del porche y se comió el almuerzo. Ella apreciaba la acción y la gente, pero aquella paz tampoco estaba tan mal. El resto de la tarde la pasó haciendo fotos por la isla. Cada vez encontraba algo nuevo y maravilloso, un nido de pajarillos, una nueva y exótica flor…
La tarde se le pasó terriblemente rápida. Era consciente de que llegaba tarde y que su madre se enfadaría mucho y le pediría cuentas, además ella no tenía ganas de revelarle la existencia de la isla. Recogió sus cosas y se subió al barco. Tenía la mitad del recorrido hecho cuando reparó en el atardecer que se forma a su espalda. El sol se ocultaba y cortando su enorme esfera anaranjada se veía la silueta de la isla. El verde de esta contrastaba con el cielo amoratado y el mar completamente azul. Los colores se mezclaban en perfecta armonía creando un ambiente casi divino.
Maravillada por la visión no fue capaz de ver la dos amenazadoras manchas verdes que avanzaban por el agua hacia ella.
Levantó preparó la lente y la alzó con cuidado. Aquella fotografía la pondría encuadrada en la cabecera de su cama. Esperó a que el sol alcanzase su mayor esplendor.
La mancha ya era más nítida, dos cuerpos verdes avanzaban directos a por ella.
La mitad de la esfera ya estaba oculta e incluso podían verse las distintas tonalidades de sus luces. Pulsó el botón y la imagen quedó grabada en el carrete de la cámara. Satisfecha se dio la vuelta, a tiempo para ver la repugnante figura que subía de un salto a su embarcación.
Una criatura verde y viscosa se alzaba ante ella. Tenía la piel cubierta de escamas verdes y las manos palmeadas como las ranas. A modo de piernas tenía una repulsiva cola de pez negra. Su cara era una horrible mezcla entre hombre y pez. Dos enormes colmillos sobresalían de su boca, tenía los ojos rojos y saltones. Sonreía de manera maligna mientras se acercaba a ella a ella arrastrándose por el suelo de la embarcación a gran velocidad. Atalanta chilló de terror y trató de saltar al agua, pero allí la esperaba otra de aquellas criaturas con unas largas y afiladas garras amarillentas que la invitaban a saltar.
Corrió hacia la vela y se subió a ella como pudo. La criatura comenzó a  zarandear el palo tratando de hacerla caer. Entonces un gran golpe sacudió el barco y Atalanta hizo u esfuerzo sobrehumano por no caer. La otra criatura estaba empujando el barco intentando volcarlo, su compañero comprendió y se tiró al agua para ayudarle.
La joven se agarraba con manos y piernas al palo. El barco se inclinó peligrosamente y Atalanta comprendió que era cuestión de minutos que la hundiesen. Calculó la distancia que había entre la vela y el agua. Si se tiraba ahora caería en cubierta o al lado de los monstruos, en ambos casos los resultados serían nefastos.
De nuevo las criaturas embistieron, el barco se inclinó de forma que prácticamente quedó paralelo al agua. Entonces tuvo una idea, solo tenía una oportunidad, con el próximo golpe el barco quedaría destrozado. En el otro lado los monstruos se preparaban. Tomaron carrerilla y se lanzaron. La madera cedió y Atalanta se soltó saliendo disparada a varios metros del barco. No se paró a mirar y comenzó a nadar hacia la isla. Las criaturas se zafaban con el barco hasta que uno de ellos la vio alejándose. Se olvidaron por completo del barco, Atalanta nadó alocadamente, pero no tardaron ni un minuto en atraparla.
Un par de manos la cogieron del cuello, sintió como apretaban y la asfixiaban. El otro monstruo la empujó hacia abajo hundiéndola. Desesperada le golpeó a uno con el codo, el monstruo que trataba de hundirla se apartó. Ella sintió como se le acababa el aire, dio una patada y se impulsó hacia arriba. El aire le llenó los pulmones como un ángel salvador. Intentó nadar de nuevo, pero unas garras afiladas le arañaron la piel del tobillo desgarrándola. Chilló al tiempo que el agua comenzaba a teñirse de carmesí.
De nuevo tiraron de ella hacia abajo; no opuso resistencia, el tobillo le dolía muchísimo y el aire se le acababa. Estaba desesperada, necesitaba respirar abrió la boca y una enorme bocanada de agua en la boca y los ojos se le llenaron de lagrimas. Agitó los brazos como loca, agarró a su atacante por el brazo, para su sorpresa este rugió de dolor y se apartó de golpe; Atalanta colocó la palma de la mano en la cara del otro, también este se apartó. Las criaturas salieron huyendo, como si ella les hubiese herido gravemente. Comenzó a patear y a tratar de ascender de nuevo, pero no llegaba. Aspiró de nuevo y el agua le llenó las fosas nasales, acida como un corrosivo. Sintió sus ojos cerrarse y su mente se vació quedando en negro por completo. De lejos vio una potente luz que se acercaba a ella.
Después ya no había nada. 

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