Capitulo 3
Atalanta pasó
el día en la isla. Nada más llegar se quitó la ropa, se tiró al agua y nadó,
sencillamente nadó. El agua sala se filtraba entre sus dedos por cada brazada.
La sensación de que avanzaba a toda velocidad envolvía su cuerpo. A medio día,
el hambre la invadió y entonces salió del cálido Mediterráneo.
Entró en la
casa y buscó un par de melocotones en el huerto, después se sentó en una de las
hamacas del porche y se comió el almuerzo. Ella apreciaba la acción y la gente,
pero aquella paz tampoco estaba tan mal. El resto de la tarde la pasó haciendo
fotos por la isla. Cada vez encontraba algo nuevo y maravilloso, un nido de
pajarillos, una nueva y exótica flor…
La tarde se
le pasó terriblemente rápida. Era consciente de que llegaba tarde y que su
madre se enfadaría mucho y le pediría cuentas, además ella no tenía ganas de
revelarle la existencia de la isla. Recogió sus cosas y se subió al barco.
Tenía la mitad del recorrido hecho cuando reparó en el atardecer que se forma a
su espalda. El sol se ocultaba y cortando su enorme esfera anaranjada se veía
la silueta de la isla. El verde de esta contrastaba con el cielo amoratado y el
mar completamente azul. Los colores se mezclaban en perfecta armonía creando un
ambiente casi divino.
Maravillada
por la visión no fue capaz de ver la dos amenazadoras manchas verdes que
avanzaban por el agua hacia ella.
Levantó
preparó la lente y la alzó con cuidado. Aquella fotografía la pondría
encuadrada en la cabecera de su cama. Esperó a que el sol alcanzase su mayor
esplendor.
La mancha ya
era más nítida, dos cuerpos verdes avanzaban directos a por ella.
La mitad de
la esfera ya estaba oculta e incluso podían verse las distintas tonalidades de
sus luces. Pulsó el botón y la imagen quedó grabada en el carrete de la cámara.
Satisfecha se dio la vuelta, a tiempo para ver la repugnante figura que subía
de un salto a su embarcación.
Una criatura
verde y viscosa se alzaba ante ella. Tenía la piel cubierta de escamas verdes y
las manos palmeadas como las ranas. A modo de piernas tenía una repulsiva cola
de pez negra. Su cara era una horrible mezcla entre hombre y pez. Dos enormes
colmillos sobresalían de su boca, tenía los ojos rojos y saltones. Sonreía de
manera maligna mientras se acercaba a ella a ella arrastrándose por el suelo de
la embarcación a gran velocidad. Atalanta chilló de terror y trató de saltar al
agua, pero allí la esperaba otra de aquellas criaturas con unas largas y
afiladas garras amarillentas que la invitaban a saltar.
Corrió hacia
la vela y se subió a ella como pudo. La criatura comenzó a zarandear el palo tratando de hacerla caer.
Entonces un gran golpe sacudió el barco y Atalanta hizo u esfuerzo sobrehumano
por no caer. La otra criatura estaba empujando el barco intentando volcarlo, su
compañero comprendió y se tiró al agua para ayudarle.
La joven se
agarraba con manos y piernas al palo. El barco se inclinó peligrosamente y
Atalanta comprendió que era cuestión de minutos que la hundiesen. Calculó la
distancia que había entre la vela y el agua. Si se tiraba ahora caería en
cubierta o al lado de los monstruos, en ambos casos los resultados serían
nefastos.
De nuevo las
criaturas embistieron, el barco se inclinó de forma que prácticamente quedó
paralelo al agua. Entonces tuvo una idea, solo tenía una oportunidad, con el
próximo golpe el barco quedaría destrozado. En el otro lado los monstruos se
preparaban. Tomaron carrerilla y se lanzaron. La madera cedió y Atalanta se
soltó saliendo disparada a varios metros del barco. No se paró a mirar y
comenzó a nadar hacia la isla. Las criaturas se zafaban con el barco hasta que
uno de ellos la vio alejándose. Se olvidaron por completo del barco, Atalanta
nadó alocadamente, pero no tardaron ni un minuto en atraparla.
Un par de
manos la cogieron del cuello, sintió como apretaban y la asfixiaban. El otro
monstruo la empujó hacia abajo hundiéndola. Desesperada le golpeó a uno con el
codo, el monstruo que trataba de hundirla se apartó. Ella sintió como se le
acababa el aire, dio una patada y se impulsó hacia arriba. El aire le llenó los
pulmones como un ángel salvador. Intentó nadar de nuevo, pero unas garras
afiladas le arañaron la piel del tobillo desgarrándola. Chilló al tiempo que el
agua comenzaba a teñirse de carmesí.
De nuevo
tiraron de ella hacia abajo; no opuso resistencia, el tobillo le dolía
muchísimo y el aire se le acababa. Estaba desesperada, necesitaba respirar
abrió la boca y una enorme bocanada de agua en la boca y los ojos se le
llenaron de lagrimas. Agitó los brazos como loca, agarró a su atacante por el
brazo, para su sorpresa este rugió de dolor y se apartó de golpe; Atalanta
colocó la palma de la mano en la cara del otro, también este se apartó. Las
criaturas salieron huyendo, como si ella les hubiese herido gravemente. Comenzó
a patear y a tratar de ascender de nuevo, pero no llegaba. Aspiró de nuevo y el
agua le llenó las fosas nasales, acida como un corrosivo. Sintió sus ojos
cerrarse y su mente se vació quedando en negro por completo. De lejos vio una
potente luz que se acercaba a ella.
Después ya
no había nada.
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