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miércoles, 23 de mayo de 2012

Capitulo 6


Capitulo 6
Helena la condujo por el bosque durante un largo trecho  cuando ya estuvieron lo bastante alejadas del punto de encuentro paró en seco.


-¿Qué quieres que te enseñe? –Preguntó divertida, Helena parecía estar pasándolo en grande continuamente.


-¿Qué hay que ver aquí?


-No sé, están las pistas de entrenamiento, el comedor, la playa, la escuela –Dicho esto puso cara de asco –La plazoleta, el bosque…


-Empieza por ahí –La cortó Atalanta


-¿Por el bosque? –Gimoteó –No creo que le guste a la jefa, es que además vengo de allí –Dicho esto agitó un paquete envuelto en tela que llevaba bajo el brazo –Si me lo llega a pillar me da algo. Lo que pasa es que sabemos cómo se pone cuándo llega un nuevo, todo lo demás se le olvida.


-¿Y qué es eso? –Preguntó Atalanta señalando el paquete.
Como única respuesta Helena desenvolvió con cuidado su carga, mostrándola poco a poco. A simple vista parecía un telescopio, pero estaba dividido en doce discos giratorios semejantes a los un caleidoscopio. Cada disco era de un color distinto con la marca de un signo de zodíaco escrita en tinta negra.


Por lo que le explicó Helena, servía para adivinar el futuro. Con mucha paciencia se colocaba cada disco de forma que correspondiese a su situación en el cielo con respecto a los demás signos. Si los discos estaban bien puestos y se apuntaba bien, en el momento idóneo; la tinta negra que dibujaba los distintos garabatos al lado del símbolo se reorganizaba, escribiendo una predicción.


Al parecer, los Alvens –mensajeros de las hadas – Eran los encargados de realizar las compras para la isla, el correo y demás. Uno de los Alvens, Evila, –que parecía ser el héroe de Helena- Se dedicaba a comprarles a los chicos todo tipo de objetos no autorizados. Empezando por una botella de Malibu, pasando por hechizos y pociones para adelgazar, menguar, cambiar de color, etc. Hasta llegar a objetos muy especiales como botas voladoras, capas de invisibilidad, etc. El pequeño duendecillo se había montado un tenderete clandestino en un pequeño claro del bosque a espaldas de Atenea, aunque muchos aseguraban que la diosa solo se hacía la tonta.


Finalmente Helena accedió a llevar a Atalanta a la casa que se le había asignado. Atalanta se moría de hambre y sueño y le resultaba imposible seguir la enorme vitalidad de Helena. Además la chica le aseguraba que iba a “casa” pero su casa estaba a kilómetros de allí y no podía volver.  ¿Qué clase de lugar llamaban casa allí?


Al final llegaron hasta el tronco del árbol más enorme que Atalanta se hubiese imaginado jamás. Las primeras ramas comenzaban a ocho metros aproximados del suelo. El diámetro del tronco tendía seis metros más o menos y la copa se extendía por el cielo tapándolo casi del todo, sobresaliendo por encima de los demás árboles.


-Pues nada ¡Bienvenida a casa! –Gritó Helena, mañana nos vemos y te enseño lo demás. ¿Te gusta?


Pero Atalanta no tuvo tiempo de responder, el tronco de partió de golpe permitiendo ver una pequeña sala en cuyo centro había una chica preciosa. De altura medía, con larga cabellera castaña lisa, peinada con dos trencitas que se unían por detrás despejándole la cara y dejándole el resto de la melena suelta. Su piel era muy blanca con la respingona nariz salpicada de pecas. Al ver a Atalanta abrió sus enormes ojos almendrados y la abrazó con fuerza antes de que nadie más pudiese reaccionar.      
Atalanta no comprendía aquella alegría y el gesto burlón de Helena no aclaraba nada.      


-Dios por fin –Sollozó la chica de los ojos avellana –Creí que no vendrías, llevábamos tanto tiempo esperándote –Al ver la cara sorprendida de Atalanta se separó un poco 


–Perdona, debes estar muy confusa.


Atalanta no dijo nada. Un detalle la tenía ensimismada, el pelo no lograba taparle a la chica del todo las orejas puntiagudas, tampoco era humana. Salvo Helena (y ni siquiera estaba segura de que lo fuese) ningún otro ser vivo visto desde la pasada tarde había sido humano.             


Helena se removía inquieta intentando pasar desapercibida, la chica de las orejas puntiagudas la miraba con adoración y todo se sumía en un incomodo silencio.


-Bueno, yo ya te dejo –Dijo Helena finalmente –Esta noche me pasaré a recogerte.  


-Helena –La detuvo la chica morena–Nada de llevarla a sitios raros ¿Entendido? –Aquello le sonó como  su madre


-Flo –Contestó con su desparpajo habitual –En esta isla lo más apasionante que hay son los hombres marinos –Añadió guiñando un ojo a Atalanta.


-Nos conocemos


-Un placer, At.  Y dicho aquello se marchó corriendo dejándolas solas. Desde luego era guapísima con un aire dulce pero salvaje. 


-Soy Florinda –Se presentó –Pero llámame Flo, odio ese nombre. Soy una ninfa del bosque, en cargada de proteger mi árbol –Dijo abarcado con un gesto de a mano el imponente árbol –Y a quien lo habita –Dicho esto miró a Atalanta sonriente.


-¿Quién lo habita?


-Sí, si te fijas te darás cuenta de que este árbol es algo más grande de lo normal.


-¡Es como veinte veces más grande de lo normal!


-Pues para eso, para que sirva de morada a los representantes, vosotros. Las ninfas velamos estos árboles. Somos por así decirlo vuestros compañeros de piso.


At asintió y Flo abrió de nuevo la base del tronco. Una vez hubieron entrado el tronco se cerró dejándolas en una pequeña habitación. La sala estaba sin amueblar, solo servía como descansillo para unas altísimas escaleras de caracol. Flo comenzó a subir los escalones con excesiva alegría mientras Atalanta la seguía con pocas ganas de moverse y mucho menos de subir diez unos cinco pisos de escaleras.    

Capitulo 5


Capitulo 5
-¿Quién es usted? –Gritó atalanta, pero el terror hizo que su voz pareciese un murmullo -¿De dónde sale?
La mujer se giró y la miró con unos enormes ojos grises. Se recogía el pelo castaño en un elegante moño y vestía una túnica blanca como las antiguas griegas. Del brazo e colgaba un enorme escudo apretaba contra su pecho un hermoso casco de guerra dorado. Aquellos ojos, mostraban una gran sabiduría.
Al ver a Atalanta se sonrió y se giró hacia ella.
-Vengo a recoger a la recién llegada –Respondió con una voz fuerte, inteligente y muy seria -¿cuál es tu nombre?
-Atalanta Virgis
-Bien Atalanta ¿Cuándo cumples los años?
-El 22 de agosto. La mujer la miró con un mayor interés
-Interesantes los nacidos en el 22. Vuestro signo no está determinado del todo por los astros ¿Cuál te suele representar?
-Bueno, según el periódico, el leo va más con mi forma de ser.
-Perfecto, habrá que investigarlo. Dime ¿Qué sabes?
-Que tenéis seres mágicos, que intervinisteis de algún modo en el ataque de hoy y que sabéis el porqué de todo lo extraño que me ha sucedido.
-Vaya –Parecía incluso divertida –Eres muy observadora
-¿Quién es usted? Atalanta se sentía muy molesta, ella ya había dicho lo que sabía, le tocaba a la mujer
-Me entristece que no lo sepas –Parecía sincera al decirlo –Soy Atenea
-¿Cómo? –Atenea, ¿Le tomaba el pelo? –La… ¿La diosa griega? – No podía ser era una broma
-La misma, Atenea, diosa griega de la inteligencia, el debate y la guerra en momentos determinados.
-¡Eso es imposible!
-¡Modera tu forma de hablar! Sé quién eres, lo que necesitas, puede protegerte.
-¿Qué sabes?
-Que últimamente has visto cosas, oído voces, te desaparecen objetos, no puedes controlarte, no te puedes controlar, que necesitas respuestas.
Atalanta estaba impresionada, no quería que se le notase, pero lo estaba.
-Yo puedo darte las respuestas –La mujer hizo una pausa.
“Todo comenzó siglos atrás. La religión griega comenzó a olvidarse. Somos dioses, nuestro poder reside en los humanos. Si no creéis, morimos. Si se lo preguntas a cualquier otro dios lo negará, por orgullo, pero es así”
“Cuándo los dioses comenzaron a caer enfermos a caer enfermos, empezaron temer a muerte por primera vez. Es cierto que habíamos tenido batallas, pero nunca nos había ocurrido esto. Caíamos enfermos y perdíamos nuestras fuerzas. Al final la mortalidad desaparecía y los años que teníamos caían sobre nosotros hasta hacernos polvo. Esto solo les ocurrió a más débiles, algunos dioses menores y eso. El resto no sabíamos que hacer, incluso pedimos ayuda a criaturas mágicas, humanos, cosas que para nosotros eran degradantes, pero nada funcionó. Pero un día descubrí que el gran Quirón, sabía la manera de resucitarnos y que la había escrito en un libro escondido en la biblioteca de Alejandría. Acordamos formar a un grupo de jóvenes que guardasen en su interior la esencia divina. Creamos los signos de zodíaco, un conjunto de relatos entrelazados que contaba toda nuestra historia y los sellamos con un símbolo para cada uno. Los chicos y chicas obtuvieron poderes maravillosos como agradecimiento por su dura labor”
“Los seres mágicos también tenían este problema. Muchos se unieron a nosotros, a vosotros. Pero los más avaros y peligrosos tomaron la idea y formaron otro núcleo donde guardar su esencia. Deseaban escapar a nuestro control y destruirnos para gobernar la tierra según su parecer. Para eso comenzaron a asesinar los representantes. Si os destruyen a todos, nuestra esencia desaparecerá moriremos como humanos corrientes. Cada vez que uno de vosotros es asesinado la esencia busca un nuevo representante, no tarda en lograrlo más de unos meses, pero durante ese tiempo nosotros somos mucho más débiles. Como me sentía responsable de vosotros construí este refugio done esconder a nuestro representantes.
-Asique tengo tu esencia divina –Atalanta estaba mareada
-La de todos los dioses griegos y algunas criaturas –Atenea hizo una pausa, no quería agobiarla. Al cabo de un rato prosiguió –Ahora tienes el poder de leo. Cuándo estés preparada podrás controlar el fuego, tocarlo sin quemarte y transformarte en león. Cuando estés bien entrenada tu piel se regenerara sola tras una herida.
-Madre mía –Gimoteó Atalanta, aquella mujer lo decía como si fuese lo más normal -¿Tomar la forma de un león?
-¿Qué te parece tan raro? Hace unos minutos venias rugiendo como una autentica leona. Ahí la había pillado, pero no se detuvo en pensar aquello. Porque si los dioses griegos existían…
-¿Sois vosotros la autentica religión?
-No hay una autentica religión. Seguro que te has fijado en que tanto la griega, como la romana, como la egipcia, y demás, tenían un dios de la guerra, el amor, la cosecha, etc.
-¿Y las monoteístas?
-é, si te paras a pensarlo te darás cuenta de que siempre van acompañados de ángeles, demonios, genios, etc. Al final todos somos uno solo, y sufrimos cuándo lo hace otro -El entusiasmo de Atenea se apagó de golpe –Pero pocos se dan cuenta. Nuestras relaciones… No son muy buenas.
-Ya, se refleja en los humanos ¿No?
Atenea no contestó, sus ojos se ensombrecieron. Asintió despacio, aquel parecía ser un tema delicado.
Kriki pataleó con fuerza. Aquella charla le aburría. Atenea le dio un golpe en el lomo y el hipogrifo salió volando. Sin mediar palabra la diosa le indicó que la siguiese. Las dos avanzaron por el bosque. Atalanta la siguió bien al principio, pero la herida del tobillo la molestaba.
Estas herida –Musitó Atenea –Acércate.
Atalanta así lo hizo y Atenea colocó la mano sobre la piel herida. Una extraña calidez le inundó toda la pierna, después todo el cuerpo y el pulso de la zona herida se aceleró. Un leve picor le azotó el tobillo y cuándo Atenea retiró la mano, no quedaba el menor rastro de la herida.
-Así está bien –Sentenció –helena me ha contestado, ella se encargará de llevarte a tu casa, yo tengo que encargarme de otros asuntos. Ahí viene.
Una chica alta y muy delgada, con los ojos marrones y juguetones y una larga melena rubia recogida en una coleta se materializó delante de ellas. Vestía una camiseta de tirantes rosa y unos pantalones cortos de gimnasia azul marino. Miró a Atalanta con curiosidad y después se giró hacia Atenea con gesto serio.
Atenea ordenó a la chica llevar a Atalanta a un lugar seguro y después se despidió de ellas con un gesto elegante.
-Eres nueva ¿No? –Le preguntó una vez se hubieron alejado de Atenea
-Pues sí, creo que sí.
-Uy, genial –Exclamó con un entusiasmo que casi daba miedo – Tengo muchas cosas que contar. En fin, que tú tienes que aprender. En todo caso, bienvenida –Y dicho esto se echó a reír, una risa chillona e infantil –Para la cena te vengo a buscar ¿Si?

Capitulo 4



Capitulo 4
Despertó agarrada a un tablón procedente del barco, por todas partes había restos de este flotando. Buscó con la mirada a lo que la había salvado, finalmente la vio.
A unos metros de ella había una joven sentada en un madero. La miraba fijamente con dos brillantes ojos de color negro. Iba desnuda, dos largos mechones de pelo ondulado le cubrían el pecho. No dijo nada al ver a Atalanta, seguía callada, mirándola con cara inexpresiva. Sin embargo algo llamó la atención de la joven; su salvadora carecía de piernas, a su vez tenía una gran cola de pez color naranja chillón.
-¿Me has salvado? –Preguntó temerosa
La mujer asintió sin mediar palabra.
-Gracias -Las dos se quedaron mirándose fijamente -¿Qué ha pasado?
-Llegué a tiempo para sacarte
-¿Tu les ahuyentaste?
-No, eso lo hiciste tu sola, yo solo evité que te ahogases –Al ver la cara de incredulidad de Atalanta exclamó -¡Aun no sabes lo que eres! –Se cayó de repente y volvió a su semblante inexpresivo –Bueno ya te lo explicaran cuándo llegues.
-¿Qué llegue? –Exclamó desesperada -¿A dónde? ¿Y que soy según tu?
-Eso no me acontece a mí decírtelo. Y no sé a dónde vas, ni idea de donde os llevan, no formamos parte de vuestro entorno.
-Pero… Entiéndeme, esto es extraño, tú eres una sirena…
-¿¡Me has llamado sirena!? –Parecía realmente molesta.
-¡Es lo que eres! ¿No? –Atalanta estaba perdida, la ropa helada se le pegaba al cuerpo. Aun no había podido salir del agua.
-¡No soy una sirena! ¿Cómo has podido confundirme con…? ¡Soy una Merrow, no una sirena! –Estaba completamente roja y parecía que casi estaba a punto de llorar.
-¿Merrow?- Atalanta nunca había oído ese nombre -¿Qué es eso…? –Entonces se calló al mirar a su salvadora -¿Cuál es la diferencia?
-Pues… la más notable es que una de ellas hubiese esperado a los Merrow te matasen para convertirte en su almuerzo, yo en cambio te he puesto a salvo –No parecía estar muy orgullosa de ello –Ellas pueden cantar, nosotras no y…
-¿Has dicho Merrow? -Chilló Atalanta -¿Los que me atacaron eran Merrows? Pero…
-Ellos eran machos y yo hembra. Provenimos de la mitología irlandesa, nosotras protegemos a los hombres, pero los Merrow coleccionan sus almas. No sabes la suerte que tenéis las humanas con los hombres…
-No sé yo… -Pero calló al ver la cara de ensueño de su compañera –Entonces vienen a recogerme… ¿Quién si puede saberse?
-No lo sé –Se encogió de hombros –Yo solo mandé la señal.
La Merrow volvió a callar y a trenzarse los cabellos. Atalanta se subió a un madero y observó el tobillo, no sangraba, pero le dolía excepcionalmente y el corte era más profundo de lo que se imaginaba.
Entonces levantó la cabeza y vio una gran figura que se acercaba por el aire.
-Ya vienen, prepárate. Buena suerte
-¡Espera!  Dime al menos como te llamas –La Merrow se giró y miró a Atalanta directamente a los ojos.
-No te conviene saberlo
-Pero me has salvado…
-Pues no me conviene que lo sepan –Y un segundo antes de zambullirse gritó –Selemnash, pero olvídalo pronto.
La muchacha se hundió en las profundidades del mar al tiempo que un enorme animal alado aterrizó sobre la superficie del agua. Tenía la cabeza  las alas de una imponente águila y el cuerpo y las patas de un elegante caballo.
No daba crédito a lo que veía. Aquel año había leído sobre mitología griega y aquello era un hipogrifo sin duda.
Atalanta fue dando pequeñas brazadas hasta colocarse a su lado. El animal estaba muy concentrado observando observado los peces que surcaban el agua de modo que ni la miró. Con decisión se agarró al cuello de la criatura que dio una sacudida al notar el tirón. Atalanta salió disparada y de nuevo el animal se colocó de espaldas a ella.
-Por favor –Suplicó, deseaba marcharse cuanto antes –Me tienes que sacar de aquí -Casi podía notar a los Merrow volviendo a por ella
El hipogrifo se hundió lentamente en el agua, de modo que su lome quedó a la altura de Atalanta, la había entendido. Con cuidado montó al animal y se deleitó acariciando las suaves plumas de seda que le coronaban el cuello.
Las alas del hipogrifo comenzaron a moverse, sus platas dejaron de tocar el agua elevándose lentamente por encima del mar. Al principio no paraba de ascender y Atalanta se agarraba con fuerza al cuello de su “transporte”, nunca había visto nada igual. Desde allí se veían las olas moverse y enormes bancos de peces avanzar relucientes por el mar.
A pesar de la belleza del paisaje el viaje se le hizo larguísimo. Pensó en sus padres en su hermano y sobretodo en su abuelo. Atalanta se preguntó si los volvería a ver.
Entre el plumaje del cuello encontró un collarín de cuero rojo del que prendía una chapita. En ella se podía leer:
“Kriki. Nacido el 18-6-08. Vacunado”
Durante todo el trayecto Kriki no paró de hacer volteretas, caídas en picado y loopings en el aire, además de alguna que otra zambullida que lograron que Atalanta olvidase el hambre y la sed que comenzaban a acosarla.
Alzó la cabeza. El sol empezaba a alzarse por encima del mar. Los rayos comenzaban anaranjados y se aclaraban en amarillo hasta el blanco que después pasó a rosa, todo separado por una fina línea malva que separaba el espectáculo de color del cielo nocturno oscuro. Nunca había echado tanto de menos su cámara.
Apretó los talones contra el costado de Kriki que aumentó la velocidad. Por fin se lanzaba a la aventura que siempre había soñado. Dejaba atrás a todos sus conocidos, su casa, su vida… Era libre, sobrevolaba el cielo siendo completamente libre.
Alzó los brazos y gritó, gritó para desahogarse, olvidar que dejaba su casa, que la habían atacado, que los cuentos de hada se hacían reales., que volaba a un lugar desconocido y que jamás volvería a vivir como antes.
Pero no solo gritó por eso, gritó porque notaba el cambio y como algo en su interior se removía y ella gritaba para liberarlo.
Rugió
Rugió no como una humana, sino como una autentica leona.
Al principio la asustó el sonido, pero sentía como se liberaba aquella tensión, le gustaba.
Por fin llegó a su destino. A lo lejos se veía una gran extensión de tierra. A la media hora Kriki comenzó a descender, al principio se extendía una playa rocosa, pero más adelante solo había bosque y más bosque de altísimos árboles. En el centro había doce copas de árbol que sobresalían por encima de los demás. Al fondo una enorme montaña con una cumbre nevada.
El hipogrifo se posó suavemente en un claro. Atalanta saltó de su lomo y cayó al suelo cuando su tobillo le falló. Kriki no cesaba de saltar y juguetear, pero ella no estaba tan tranquila. La soledad del lugar no le gustaba. Dio una pequeña vuelta para inspeccionar la zona y cuándo se giró para mirar a Kriki vio a una elegante mujer vestida con una túnica blanca que acariciándole las plumas del cuello.

Capitulo 3


Capitulo 3
Atalanta pasó el día en la isla. Nada más llegar se quitó la ropa, se tiró al agua y nadó, sencillamente nadó. El agua sala se filtraba entre sus dedos por cada brazada. La sensación de que avanzaba a toda velocidad envolvía su cuerpo. A medio día, el hambre la invadió y entonces salió del cálido Mediterráneo.
Entró en la casa y buscó un par de melocotones en el huerto, después se sentó en una de las hamacas del porche y se comió el almuerzo. Ella apreciaba la acción y la gente, pero aquella paz tampoco estaba tan mal. El resto de la tarde la pasó haciendo fotos por la isla. Cada vez encontraba algo nuevo y maravilloso, un nido de pajarillos, una nueva y exótica flor…
La tarde se le pasó terriblemente rápida. Era consciente de que llegaba tarde y que su madre se enfadaría mucho y le pediría cuentas, además ella no tenía ganas de revelarle la existencia de la isla. Recogió sus cosas y se subió al barco. Tenía la mitad del recorrido hecho cuando reparó en el atardecer que se forma a su espalda. El sol se ocultaba y cortando su enorme esfera anaranjada se veía la silueta de la isla. El verde de esta contrastaba con el cielo amoratado y el mar completamente azul. Los colores se mezclaban en perfecta armonía creando un ambiente casi divino.
Maravillada por la visión no fue capaz de ver la dos amenazadoras manchas verdes que avanzaban por el agua hacia ella.
Levantó preparó la lente y la alzó con cuidado. Aquella fotografía la pondría encuadrada en la cabecera de su cama. Esperó a que el sol alcanzase su mayor esplendor.
La mancha ya era más nítida, dos cuerpos verdes avanzaban directos a por ella.
La mitad de la esfera ya estaba oculta e incluso podían verse las distintas tonalidades de sus luces. Pulsó el botón y la imagen quedó grabada en el carrete de la cámara. Satisfecha se dio la vuelta, a tiempo para ver la repugnante figura que subía de un salto a su embarcación.
Una criatura verde y viscosa se alzaba ante ella. Tenía la piel cubierta de escamas verdes y las manos palmeadas como las ranas. A modo de piernas tenía una repulsiva cola de pez negra. Su cara era una horrible mezcla entre hombre y pez. Dos enormes colmillos sobresalían de su boca, tenía los ojos rojos y saltones. Sonreía de manera maligna mientras se acercaba a ella a ella arrastrándose por el suelo de la embarcación a gran velocidad. Atalanta chilló de terror y trató de saltar al agua, pero allí la esperaba otra de aquellas criaturas con unas largas y afiladas garras amarillentas que la invitaban a saltar.
Corrió hacia la vela y se subió a ella como pudo. La criatura comenzó a  zarandear el palo tratando de hacerla caer. Entonces un gran golpe sacudió el barco y Atalanta hizo u esfuerzo sobrehumano por no caer. La otra criatura estaba empujando el barco intentando volcarlo, su compañero comprendió y se tiró al agua para ayudarle.
La joven se agarraba con manos y piernas al palo. El barco se inclinó peligrosamente y Atalanta comprendió que era cuestión de minutos que la hundiesen. Calculó la distancia que había entre la vela y el agua. Si se tiraba ahora caería en cubierta o al lado de los monstruos, en ambos casos los resultados serían nefastos.
De nuevo las criaturas embistieron, el barco se inclinó de forma que prácticamente quedó paralelo al agua. Entonces tuvo una idea, solo tenía una oportunidad, con el próximo golpe el barco quedaría destrozado. En el otro lado los monstruos se preparaban. Tomaron carrerilla y se lanzaron. La madera cedió y Atalanta se soltó saliendo disparada a varios metros del barco. No se paró a mirar y comenzó a nadar hacia la isla. Las criaturas se zafaban con el barco hasta que uno de ellos la vio alejándose. Se olvidaron por completo del barco, Atalanta nadó alocadamente, pero no tardaron ni un minuto en atraparla.
Un par de manos la cogieron del cuello, sintió como apretaban y la asfixiaban. El otro monstruo la empujó hacia abajo hundiéndola. Desesperada le golpeó a uno con el codo, el monstruo que trataba de hundirla se apartó. Ella sintió como se le acababa el aire, dio una patada y se impulsó hacia arriba. El aire le llenó los pulmones como un ángel salvador. Intentó nadar de nuevo, pero unas garras afiladas le arañaron la piel del tobillo desgarrándola. Chilló al tiempo que el agua comenzaba a teñirse de carmesí.
De nuevo tiraron de ella hacia abajo; no opuso resistencia, el tobillo le dolía muchísimo y el aire se le acababa. Estaba desesperada, necesitaba respirar abrió la boca y una enorme bocanada de agua en la boca y los ojos se le llenaron de lagrimas. Agitó los brazos como loca, agarró a su atacante por el brazo, para su sorpresa este rugió de dolor y se apartó de golpe; Atalanta colocó la palma de la mano en la cara del otro, también este se apartó. Las criaturas salieron huyendo, como si ella les hubiese herido gravemente. Comenzó a patear y a tratar de ascender de nuevo, pero no llegaba. Aspiró de nuevo y el agua le llenó las fosas nasales, acida como un corrosivo. Sintió sus ojos cerrarse y su mente se vació quedando en negro por completo. De lejos vio una potente luz que se acercaba a ella.
Después ya no había nada. 

Capitulo 2


Capitulo 2
Atalanta acababa de terminar de arreglar su cuarto y preparar su bolsa cuando los abuelos entraban chillando. En la puerta del baño encontró a Sky riéndose como loco.
-El primo –Explicó Sky –El muy idiota, que sea clavado un anzuelo en el culo mientras intentaba lanzar el hilo.
-¿Cómo? Bueno ¿Estás bien? –Atalanta trataba de parecer seria delante de su hermano pequeño.
-Se ha hecho un buen desgarrón en el pompis –Sky se agarraba la tripa al tiempo que le llegaba un nuevo ataque de risa –Si le hubieras visto chillando mientras le colgaba un pez de goma del…
La chica puso los ojos en blanco y aceleró el paso, deseaba salir fuera para poder reírse abiertamente. Ya estaba casi en la puerta cuando se chocó con el abuelo que llevaba un apósito en la mano.
-¿sales?-Atalanta asintió -¿Y a donde le tengo que decir a tu madre que vas?
-Nada tu dile que he quedado con unas amigas –Los dos se quedaron en silencio “¿Dónde vas a estar realmente?” –Voy a hacer unas fotos, os cojo el barco
-Ya, ¿NO te tenía prohibido navegar tu sola?
-¡Me quema! ¡Abuela me quema el culo! –El primo chillaba mientras a lo lejos se oían las risas de su gemelo y Sky
-Sádicos… -Gruñó
Pásatelo bien –Respondió el abuelo poniendo cara de circunstancias
-Como vosotros fijo que no –Sentía que los ojos se le llenaban de lagrimas por culpa de la risa contenida –Creía que la pesca era un deporte aburrido sin riesgos.
-No me tires de la lengua… -Tras esto los dos se echaron a reír.
Atalanta salió afuera, tenía pensado irse a pasar el día en la playa ella sola. Allí podría haberse ido a impresionar a los de equipo de Waterpolo con sus habilidades para la natación. Era realmente rápida nadando, en su club de Atenas era de las mejores. Al principio se la cuestionó mucho porque no era la tabla etérea y minúscula que solían ser las mejores nadadoras. En unas semanas se volvió realmente respetada aunque para el resto de deportes no era nada destacable.
De todas formas ahora podía contar con el barquito de vela de sus abuelos. En la playa siempre se podía cruzar con alguno del pueblo que le sacase el tema de Sofía o el de Penélope Vargelis. Decidió pasar el día ella sola en la isla.
Recordaba con cariño el primer día que vio su isla. Fue la primera mañana que estrenó su nuevo cuarto. El sol iluminaba aquel minúsculo puntito y ella no paró hasta encontrarla. Por más que preguntaba nadie sabía de qué le hablaba. Continuamente trató de llegar hasta ella con el barco, pero no lo consiguió hasta que trató de llegar a ella a nado durante el verano y tras varios intentos.
Desde el momento que la pisó por primera vez se enamoró de ella. Todo el borde de la isla era playa, pero costaba acceder a ella porque todo lo que la rodeaba era piedra. Solo había un pequeño puerto natural donde se podía amarrar el barco. Por toda la isla había árboles de toda clase, era como una selva tropical en el mediterráneo; con olivos al lado de imponentes palmeras. En el centro de la isla se situaban unas ruinas de una antigua casa griega. Al comienzo había un porche con columnas en perfecto estado y un panteón cubierto por la maleza. Más adelante había una especie de hall que daba a tres estancias más. Otra era una sala grande que supuso, habría pertenecido al servicio de la casa, la ultima era un gran salón. En el centro destacaba una mesa de madera podrida y varios jarrones con flores secas. Dese el salón se llegaba a otro cuarto con cortinas gastadas y un par de baúles en muy buen estado. Al final de la casa había una cocinilla con una despensa llena de frascos con polvos y líquidos de colores.
En la cocinase encontraba una pequeña puerta que daba a un enorme huerto. El patio era la mayor maravilla que Atalanta había visto jamás. Por todas partes había árboles frutales de todo tipo  flores (algunas ya secas) de mil olores que lo adornaba todo con sus colores y su frescura. Todo el recinto estaba amurallado con paredes decoradas por mosaicos. En el centro, junto a un pequeño pozo, se extendía la mayor mimosa que nadie pudiese imaginar jamás. En primavera las flores caían al suelo creando una alfombra de suaves copos amarillos. Por último oculta por la maleza, con la puerta casi destrozada por los años, estaba un pequeño aseo con una especie de bañera de piedra y una letrina. Dentro del propio baño había una palanca para bombear agua manualmente.
Atalanta se pasó el día explorando los alrededores. Cerca de las ruinas fluía un pequeño riachuelo que empezaba con un lago bastante aceptable. Al lado de este había una colina con una especie de cáliz de piedra destrozada por el tiempo, la lluvia y los insectos.
Nunca le había contado a nadie su descubrimiento, de hecho nadie parecía percatarse de que aquello estaba allí. Los barcos la bordeaban sin verla y lo mismo ocurría con los nadadores. Así Atalanta la tomó como suya. Con el barco de vela llevó todo tipo de objetos: Latas de conserva, un colchón viejo, mesas y sillas plegables, toallas, varias sabanas, cortinas, cubos, etc. Incluso llevó una parea de sillones viejos que encontró en el desván. Por último instaló un motorcito que bombeaba agua desde el pozo y compró unas pequeñas baterías eléctricas que se recargaban con luz solar (aunque no duraban mucho)
Al final la isla se convirtió en el refugio ideal, con comida, ropa y útiles para estar bien como durante varios meses. La playa siempre estaba llena de conchas o estrellas de mar que las olas arrastraban.
El barco de vela dio una sacudida y Atalanta dejó de soñar despierta zarpando mar a dentro mientras a lo lejos se oía al primo chillar. Se olvidaron por completo de los restos del barco y comenzaron a nadar a por ella.

Capitulo 1


Capitulo 1

Atalanta despertó chillando, como cada día desde hacía casi dos años un sueño terrible la obligaba a despertarse entre gritos. Luego nunca recordaba el sueño, pero sabía que siempre era el mismo. Poco a poco se fue calmando, dos manos de piel leonada apartaron lo cabellos rizados de la cara redondeada, permitiendo ver dos enormes ojos verdes como la hierba joven que nace en primavera. Atalanta bostezó y su boca se abrió de par en par, la imagen recordaba a la de un león que se levanta dominante en su sabana. La amplia melena indomable le caía por los hombros y aumentaba aquella impresión.
Atalanta apartó la fina sabana que cubría su cuerpo y saltó de la cama, dos largas piernas bronceadas con caderas algo anchas. La chica corrió a abrir la ventana, el sol del verano la cegó unos segundos; el espectáculo que se cernía bajo su atenta mirada invitaba a la alegría y el desparpajo, características que en Atalanta eran bien reconocidas. El acantilado se extendía con sus piedras tenebrosas e imponentes, un poco más adelante se veía el mar, azul y brillante como el cristal más perfecto y delicado jamás creado. La suave brisa del verano formaba pequeñas ondulaciones en la superficie de este y la espuma se elevaba levemente, chispas suaves e inmaculadas que s formaba al chocar contra las piedras del acantilado. En el horizonte flotaban los barcos agitando sus velas de colores brillantes. Sin embargo la parte predilecta de Atalanta era un minúsculo puntito casi invisible que se divisaba por el Oeste y que brillaba de forma mágica con la luz de la mañana.
Aquel minúsculo puntito era una isla de proporciones más que aceptables. Solo desde su cuarto en el tercer piso podía verse, Atalanta lo había intentado en el resto de habitaciones, pero no estaban lo bastante altas o daban a otro lado, donde se veía el pueblo. Solo había otra sala desde la que podía verse la isla y era el despacho del abuelo, pero nadie podía entrar allí, ni siquiera la abuela. Era un lugar vedado a toda la familia.
Solo Atalanta había entrado en una ocasión y fue algo inaudito, al poco de comenzar las pesadillas. El abuelo llamó a Atalanta a su despacho cuando ella desayunaba después de haberse pasado toda la noche chillando en sueños. No la dejó curiosear apenas como a ella le gustaba. El abuelo estaba más apagado que nunca y su rostro estaba ensombrecido y lleno de ojeras como las de quien lleva vario días sin dormir absolutamente nada. Las paredes estaban forradas de fotografías y estantes llenos de libros y estantes llenos de libros. En el centro de la sala, sobre una alfombra persa estampada de flores, había un escritorio de caoba que parecía casi tan antiguo como el abuelo. Encima se apilaban todo tipo de papeles revueltos, libretas y demás.
Nada más entrar la obligó a sentarse un pequeño sillón rojo algo gastado pero muy cómodo y el abuelo se sentó con dificultad en otro frente a ella. Al principio ninguno dijo nada el abuelo se apoyaba en su bastón y la miraba fijamente. La mata de pelo blanca contrastaba mucho con su piel curtida por el sol y el trabajo en el campo. Aun deteriorado por la edad su cuerpo era de complexión fuerte. Los ojos eran los mismos que los de Atalanta, pero aquel día parecían tristes y cansados. A su lado, apoyado en el reposabrazos del sillón, estaba su bastón de madera negra. El abuelo había tenido un accidente que casi le había costado la vida, al final le había costado una cicatriz que le cruzaba toda la pierna y la dejaba inutilizable.
El abuelo tosió con énfasis y sacó a Atalanta de sus ensoñaciones.
-¿Cuánto hace que tienes esas pesadillas? -Su tono era duro y no daba lugar a desvíos de conversación o historietas.
-Unos tres meses
-¿Y qué ocurre en ellos?
-No lo sé –Atalanta bajó la vista –Nunca me acuerdo
-Piensa –Era una orden, no había lugar a reproches.
Atalanta había intentado recordar miles de veces pero nunca lo había conseguido. Al ver su expresión el abuelo se levantó y le coloco la mano en el hombro.
-Recuerda, concéntrate.
Atalanta hizo un  esfuerzo mayor y alunas imágenes vinieron a su mente. El abuelo era como un paño que iba borrando la suciedad de la tapa de un cuadro antiguo hasta que podía verse levemente la imagen de este.
-Dime ¿estás sola en esos sueños?
-No lo sé, alguien grita al final, pero no sé quién es. Quizás sea yo.
-¿Por qué gritas? –La voz era como hipnótica, iba hasta el interior de su mente e iba desenvolviendo con cuidado fragmentos de memoria.
-Algo o alguien se tira a por mí y siento un gran dolor, luego siempre despierto.
-¿Nada más? –El abuelo estaba preocupado, no había duda -¿Qué es lo que te ataca?
-Algo grande, dorado, no sé como una animal pero también podría ser una persona, de verdad que no lo sé –Atalanta se sentía estúpida, era un simple sueño que se repetía todas las noches, debería ser capaz de recordar –Nunca soy capaz de recordar, nada ningún detalle, hoy he hecho un gran progreso.
-Comprendo- El abuelo se echó para atrás y cerró los ojos –Y dime ¿Has escuchado voces o algo por el estilo? ¿Te han desaparecido cosas? ¿Algo extraño?
-¿Voces? Abuelito eso es de locos –Respondió Atalanta con encanto fingido.
-¡No me hagas el numerito de la nieta encantadora y el abuelo chocho! –El abuelo parecía más agitado de lo normal –Dime la verdad ¿Te ha ocurrido algo extraño últimamente?
Atalanta se preparó una respuesta, llevaba intentando disimularlo, las veces que se daba la vuelta porque sentía a alguien hablarle detrás suya, las cosas que desaparecían y volvían a apareces en lugares extraños, pellizcos o tirones de pelo cuando estar sola… Deseaba poder contárselo a alguien, pero no tenía tan claro que ese alguien fuese el abuelo. Al levantar la vista los ojos verde esmeralda la miraba expectantes con las anchas dejas elevadas inquisitorias.
-Si –Admitió finalmente –Me desaparecen algunas cosas y siento como si hubiese alguien junto a mí todo el tiempo.
-¿Y las voces? –Insistió
-También, ellas son las que me dicen donde están las cosas a veces
-No les hagas caso, escúchalas pero no les prestes demasiada atención –El abuelo suavizó su tono –No se lo cuentes a nadie más ¿Vale? Jamás, a nadie. Cuando llegue el momento de decirlo lo sabrás, pero hasta entonces nada.
-¿Qué son?
-Nada importante –Era obvio que mentía pero ninguno dijo nada –Bueno y dime ¿Qué tal va todo?
-Bien supongo
-Ya eres toda una mujercita. Creo que necesitas tu propia habitación.
Atalanta compartía habitación con su hermano pequeño Sky, durante casi todo el año vivían en un peso grande en Atenas junto a sus padres pero en vacaciones se iban al pueblo de los abuelos. En la pequeña casa del acantilado convivían los primos los abuelos y ellos, asique a pesar de que la casa era grande, algunos compartían habitación.
-Es posible –Admitió –De hecho creo que es una excelente idea –Se moría de ganas de tener su propio cuarto.
-Arreglaremos la habitación de aquí al lado ¿Te parece?
-Sera estupendo
Así terminó la visita, al salir todos preguntaba pero Atalanta supo ser discreta por una vez en su vida y no contar nada.
De aquella conversación hacía ya dos años, desde entonces había tenido un cuarto para ella sola. Al principio le encantó, pero después empezó a preguntarse si aquello no sería una forma de aislarla del resto de la casa en el último piso.
Atalanta cerró la ventana, en dos años las cosas habían cambiado mucho. Sus padres encontraron trabajo en España y los abuelos insistieron en que tanto ella como Sky se quedasen con ellos en el pueblo. Ese día su abuelo le regaló una magnifica cámara de fotos. La fotografía se convirtió en su pasión, todas las paredes de su habitación estaban empapeladas con fotos, pequeños fragmentos de pasado, de vidas, recuerdos.
Atalanta se sentó en la cama y comenzó a vestirse, se puso un biquini negro bajo la camiseta y uno vaqueros cortos. Lo que ella quería era una fotografía de su isla agrandada y en un marco que decorase la cabecera de su cama. Las tripas de la chica sonaron, dejó sus recuerdos a un lado y bajó las escaleras hasta la cocina. Era muy tarde, se preparó unas tostadas y un vaso de leche con miel.
Aquel silencio la abrumaba, la ausencia de la familia era evidente, los gritos de Sky, los llantos de la pequeña Ileana, los pies de los gemelos subiendo y bajando la escalera, los gritos de la abuela, el golpe seco que producía el bastón del abuelo al golpear el suelo… Pero esa mañana no había nadie, los pequeños debían haber salido a pescar con los abuelos a pescar. Estaba sola, completamente sola en la enorme casa y ese era un fenómeno poco normal en aquella época.
Se sentó en el porche, no se quería ir a pueblo con el grupo. Sofía, una joven bajita y engreída que siempre andaba pavoneándose, había empezado a salir con un chico bastante tontorrón que pasaba las vacaciones en el pueblo con sus tíos. Desde que empezaron habían estado presumiendo y tonteando delante de todos para demostrar lo muy unidos que estaban. Sofía había abordado varias veces a Atalanta preguntándole porque aun no estaba con ningún chico y asegurándole que su pareja era ideal. No soportaba que la atosigasen con aquello, mientras vivía en Atenas con sus padres, había tenido varias historias, pero al llegar al pueblo decidió esperar al chico indicado.
Terminó el desayuno y entró en la casa, la vieja televisión estaba encendida, alguien habría olvidado apagarla. Atalanta escuchó las noticias mientras lavaba los platos. La presentadora esquelética de la cadena comenzó a repetir la noticia que llevaba emitiéndose desde que empezó el verano.
-El joven hallado muerto en Atenas ha sido identificado como André Miritxis –La presentadora hizo una pausa mientras se atosigaba el pelo y prosiguió –Los médicos aseguran que no se trata de un accidente provocado por la explosión del alcantarillado en el barrio Zeus. El cadáver presentaba múltiples heridas profundas provocadas por un arma no identificada. –La mujer lanzó una mueca a la cámara que trataba de pasar por una sonrisa, pero era un claro ejemplo de la cara de asco, se consideraba superior a aquellas historias –Se especula que el muchacho fuese atacado en una pelea callejera ya que tenía antecedentes policiales por…
Atalanta apagó la televisión. ¡Tres semanas, tres semanas en identificar a un delincuente juvenil! Aquella noticia había aparecido en todos los periódicos, canales y revistas del mundo entero. Los testigos aseguraban haber visto al chico pasar la noche con la desaparecida Penélope Vargelis; la hija de un prestigioso diseñador de ropa.

Prologo

Ante todo Gracias a las personas que me ayudan con esto. Son pocas, pero son únicas, maravillosas y no las cambiaría por nadie en el mundo. Muchas gracias a la creadora: Miriam Vic, a mi María Sanchez a la que quiero en calidad de alma gemela (eso es mucho) y a mis fireflies (las cuales, espero, lean pronto esto e.e porque también las adoro) Ademas de a todos los lectores (que en mis grandes sueños algún día pasaran de ser 10 XD) Así que aquí empieza mi historia, gracias por leer:
Prologo

Penélope corría por la callejuela a toda velocidad. El vestido de noche estaba completamente destrozado y había perdido los tacones. A lo lejos escuchaba los gritos de las arpías que les seguían de lejos.
André corría a su lado, el muchacho sangraba de un brazo. Miró a su amada, no tardarían nada en cogerles. Todo lo había hecho por lograr su felicidad, pero ahora corrían por salvar sus vidas. Por encima de sus cabezas se oyó un grito de rabia y un enorme cuerpo se lanzó sobre ella.
La chica cayó al suelo mientras sentía las garras de la arpía enredándose en sus rubios cabellos repeinados para la ocasión. Rodó para librarse de su atacante y la inmovilizó en el suelo. El monstruo chillaba y se retorcía entre sus manos. A lo lejos ya se oían a sus compañeras
André no lo dudó un momento y comprimió el cuello de la mujer pájaro mientras Penélope la sujetaba. Aun en aquellas condiciones, Penélope se le antojaba la chica más hermosa del mundo.
Una vez la criatura dejó de debatirse bajo sus manos. Penélope se levantó y echó a correr seguida por él. Las arpías se lanzaban contra ellos y a duras penas podían esquivarlas. En un momento de lucidez André exploto la red de alcantarillado, se concentro en sus tuberías y el agua se alzó potente e incontrolable. El agua empujó las tapas que protegían las cloacas. Varios de los discos des dieron a sus perseguidoras que caían al suelo en un mar de plumas negras. Algunas tuberías reventaron y empezó a salir agua por todas partes. Penélope comenzó a lanzares bolas y tentáculos de agua a sus terribles perseguidoras mientras él seguía moviendo las chapas y golpeando a las criaturas, pero comenzaron a venir más.
Por detrás observó a André, todo su cuerpo estaba en tensión mientras peleaba. La camisa se le había desgarrado y la piel morena de este contrastaba con sus ojos de un extraño color marrón rojizo. El pelo de Penélope se agitaba  se le metía en los delicados ojos azules, cada vez le costaba más seguir.
El muchacho comprendió que la pelea estaba perdida No lograrían llegar a tiempo a la  playa. Las fuerzas se les acababan. No tardarían en cometer algún error fatal que les costase la vida.
-¡Vete! –Las palabras le salieron de la boca automáticamente -¡Vete Pen, huye!
La chica no parecía oírle con el estruendo. Se acerco más hasta que su espalda estaba pegada a la de ella.
Hacía unas horas ellos eran las personas más felices del mundo. Penélope había salido ganadora de un concurso de belleza, durante el resto del verano ella sería la princesa de Atenas y él su príncipe entonces comenzó el ataque. Ahora André era consciente de que solo asistirían juntos a aquel acto, su acto final.
-Vete
-Ya te oí la primera vez –Penélope no le miró –No me voy sin ti, no quiero, somos uno.
-No vamos a aguantar más –André se sentía desfallecer –uno de los dos tiene que irse
-No seré yo –Penélope estaba decidida –Sin ti no me muevo, yo…
-Penélope… -La interrumpió -¿Me quieres? –Bajó la voz aquello lo cambiaba todo.
-¡Claro que te quiero! –Penélope se sentía dolida -¿Cómo puedes dudarlo? Te quiero muchísimo –Las palabras no le salían.
-Vete entonces –André no necesitaba saber más –Puedo aguantar unos minutos, para entonces quiero que estés lejos
-André… -Penélope sentía que sus ojos se inundaban por las lágrimas -¿Me quieres tu? –Ambos jóvenes se miraron al tiempo que el agua lo inundaba todo.
-Más que mi propia vida –André la tomó e sus brazos y le besó los labios por última vez, un beso que les supo a amor y lagrimas. El último beso.
Penélope salió corriendo sin mirar atrás, sabía que si lo hacía no podría seguir sin él. Corrió y corrió, si llegaba a tiempo a la playa aún podría salvarle. Como si le hubiese leído el pensamiento el mar apareció ante sus ojos azul y extenso como una promesa divina. Avanzó más, ya no sentía. Sus pies tocaron el agua pura y fresca, salada y única. Lanzó la señal, en unos minutos les salvarían. Entonces un gran dolor le oprimió el pecho, algo dentro de ella se partió. La cabeza quería estallarle, cada célula de su cuerpo se convulsiono y la boca comenzó a saberle a sangre. Penélope cayó al suelo y gritó, un grito que oyeron todas las criaturas del mar. La arena sucumbió a sus pies y las olas se elevaron amenazadoras y a la vez mansas por encima de su cabeza. Nunca volvería a verle, nunca volvería a ver a André.
Su mente no pudo aguantar más y su cuerpo cayó en el mismo momento en que una barca llegaba a la playa. Dos figuras alzaron el cuerpo de la chica mientras a lo lejos ya se oían los gritos victoriosos y amenazadores de los demonios.
Penélope gemía de dolor, ya nada le importaba, el no volvería.